Llevo cinco días tratando de encontrar las palabras adecuadas para escribir sobre una conversación que tuve con un chaval aquí. Pero cada vez que me siento a escribir encuentro en mí paternalismo occidental, cinismo intelectual e injusticia argumental hacia los que vivimos en países afortunadamente desarrollados.
Así que mientras las encuentro, os cuento que ayer estuve con el padre Adriano en una comunidad perteneciente a Metoro, a unos 40km por el mato. Una hora de trayecto en coche por algo que aquí llaman carretera y que en España sería senda, en el mejor de los casos.
Al encontrarse en medio de la vegetación, estas comunidades quedan prácticamente incomunicadas durante la época de lluvias. Esto significa que celebran la eucaristía apenas dos veces al año. Se conforman con tener cada domingo la Palabra en la capilla de la aldea, que cuidan y arreglan habitualmente. Por eso, cuando ven llegar la furgoneta del párroco la música comienza y los cantos suenan a fiesta y a familia.
Una eucaristía de dos horas seguida de un rato de asamblea para tratar los asuntos de la comunidad. Tras la celebración nos han dado de comer lo mejor que tienen. Saben cuidar de la familia.
Pablo M. Ibáñez
@Blitomi