VENGA A NOSOTROS TU REINO
imploraba JESÚS
y María sentía que ya había llegado el Reino de Dios en su hijo Jesús
y José rumiaba… felices los pobres de espíritu, los limpios de corazón, los que hacen la paz, los de entrañas de misericordia, los que tienen hambre y sed de justicia, los perseguidos…
Esa felicidad, ¿no era ya el Reino de Dios?
Y JESÚS, hermano de toda la humanidad, pedía:
DANOS NUESTRO PAN DE CADA DÍA
Nos había hermanado en el PADRE NUESTRO. El pan también es NUESTRO, de todos; no de unos pocos y nos hace sentir la tranquilidad de los lirios del campo y las aves del cielo:”cada día”.
Nuestro PADRE DIOS, ABBÁ, nos cuida cada día, todos los días.
Y María, además del pan, se da cuenta de otras carencias y necesidades y … «no tienen vino». «Haced lo que Él os diga». Y vuelve a cantar gozosa: A LOS HAMBRIENTOS LOS COLMA DE BIENES, y José, pensaba en todo esto mientras pasaba la garlopa por la madera;
Reza y trabaja para que no les faltara el pan. El pan “ganado con el sudor de su frente” y el vino de la alegría familiar.
Y qué orgulloso estaba al contemplar cómo su hijo: “progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres”. Con la harina que él proporcionaba con su trabajo y que María amasaba aquel pan…
Además Jesús, tomaba en consideración sus consejos: “vivía sujeto a ellos”. Su madre,” conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón”… Y desde ese corazón educaban a ese niño, joven ya que seguía viviendo con ellos. Como uno de tantos.
José y María se harían preguntas, más de una vez… Estaban tan seguros de que el Señor estaba con ellos…
PERDÓNANOS NUESTRAS OFENSAS, COMO NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN,
oraba JESÚS.
Y María… recordaba su niñez: SU MISERICORDIA LLEGA A SUS FIELES DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN.
Por eso cuando María estaba, de pie, junto al Cruz no le extrañaba que Jesús dijera: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» . Perdonar y disculpar: quedó tan marcado en su corazón que la llamamos: «Reina y Madre de Misericordia» y José, entre los dos, asentía y callaba y contemplaba el misterio de amor y misericordia.
Y seguía regustando: abbá. Y no le extrañaba para nada la parábola de aquel padre que perdió su hijo…y cuando lo recobró, hizo una gran fiesta familiar. Y también se acordaba de aquella oveja perdida y el buen pastor…
No tomaban en cuenta los posibles “despistes” de sus vecinos. Difundían paz y amor entre los enemistados