Ante el sufrimiento, nuestra tendencia es la de huir, desentendernos, escapar como sea. No es fácil permanecer.
Pero Jesús lo hizo con una cena que recrea y enamora. Y ahí nos enseñó su mayor enseñanza: la revolución de la toalla, esa que responde al mal con bien, la revolución del servicio y de la abnegación, la revolución de la esperanza, del amor.
Esa es su revolución, es que no entendemos del todo.