Juan, discípulo tempranero, se acordaba de la hora:
«Eran… ¡como las cuatro de la tarde!»
¿Qué tal si recordamos tú y yo aquellos momentos… los del «amor primero» ?
¿Fue desde siempre, como Jeremías?
¿O en aquel banco de la capilla del colegio, en aquellos Ejercicios?
Quizá te hizo pensar aquella despedida de misioneras, que vivíamos tanto, en nuestros colegios…
¿O te pasó algo así como Pablo, caíste del caballo?
¿O es que la mies era tanta, y los obreros escasos…?
¿O fue más secuenciada, poquito a poco, casi sin darte cuenta?
¿Cuál fue «tu hora»? ¿La de las cuatro de la tarde de Juan…?
¿Qué tal si evocamos y rememoramos en el corazón, en intimidad con JESÚS, aquella primera cercanía, la que marcó y determinó nuestra vida de seguir a JESÚS y su misión?
Y le damos gracias…
Marcos 3,13,
«… Para estar con Él,
para enviarlos a predicar
sanar, curar…»
«El Señor es la porción de mi herencia…
… cayeron mis cordeles en parajes amenos y me encanta mi heredad», reza el Salmo 15.
¡Qué suerte hemos tenido!
Aun contando con nuestra arcilla, tantas veces en añicos…
Pero hacemos posible la misericordia de nuestro Padre Dios
El Señor ha estado grande con nosotras… ¡Y estamos alegres!
Aquel arrancón familiar, ¡pero con tanta ilusión! Las primeras compañeras, el tiempo de formación y estudios, los primeros escarceos apostólicos, el primer destino… Cuántas generaciones han pasado por nuestra vida, confiadas a nosotras en la preciosa tarea de la educación.
Martin Descalzo, en ‘La hoguera feliz’: «Hay tantos hijos que nos nacen fuera de las entrañas…», le hace decir a Juana de Arco.
Cuántas oportunidades para evangelizar, de anunciar a Jesús a lo largo de tantos envíos: «Aquí o allá. Donde la mayor gloria de Dios…», como decía el P. Herranz.
El otro día me tropezaba con una antigua alumna: «Tus clases de Religión, han sido referencia en mi vida». Menudo subidón; a pesar de nuestra arcilla, o émula de la burra de Balaam.
También el misterio de cruz se ha hecho presente… ¿Cómo no? Pero el «CONTIGO Y COMO TÚ» de la segunda semana, contemplado y vivenciado… ¡genera tanto brío y coraje!
Cantamos pues, con María y con todas las Hijas de Jesús que nos precedieron… Juntas, a lo largo y ancho de este mundo, pequeño, para los deseos, de la Madre Cándida,
«Mi alma proclama la grandeza del Señor…
Y mi espíritu se alegra (está feliz) en Dios mi salvador»
… Me ha mirado con amor… ¿Por qué?
… ¿A qué hora? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo?
Y sentimos que, a lo largo de mi vida, ese amor, a pesar de nuestra arcilla, ha ido y va, melodía «in crescendo»… Para llegar a ser verdadera HIJA DE JESÚS, comprometida con su misión:
PADRE NUESTRO, fraternidad.
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE, anuncio explícito.
VENGA A NOSOTROS TU REINO, fe, justicia y paz.
Teresa Zugazabeitia FI