39. Si hubiera costumbre en el país y así conviniese, se puede tener una tarde en medio de la semana de vacación; pero esto hay que pensarlo bien delante de Dios. La Superiora tendrá mucho cuidado con todo, mirando siempre el bien de las ánimas, contando con las costumbres y circunstancias y pensándolo bien; y en esta tarde se podrían tener las reuniones de las Maestras, etc.
Me parece buena idea este consejo de la M. Cándida, pero lo que realmente me parece genial es: “esto hay que pensarlo bien delante de Dios”. Esto es lo que da consistencia a este consejo, a todos los consejos y a toda la vida. Toda su vida, desde lo que conozco, fue así. Dios siempre se enteraba de todo antes que nadie. Siempre había un rato o muchos ratos de oración antes de tomar una decisión, antes de dar un paso importante. Dios siempre en su mente y en su corazón como buen Padre que aconseja, como buen Padre que inspira.
Todas nuestras decisiones deben estar vistas delante de Dios, con ese tiempo de paz y serenidad, con ese rato donde te pones en sus manos y abres todo tu corazón sencillamente para escuchar. Y después de este momento queda una segunda cuestión: “mirando siempre el bien de las ánimas”. Yo diría que son como los dos filtros necesarios para vivir desde Dios, para crecer como persona y para ser feliz.
Y si unimos las dos variables encontramos una buena fórmula para la vida, para todos los momentos de la vida: “delante de Dios y buscando el bien de los hermanos”. Creo que algo de mi vida habría cambiado, habría mejorado, si hubiera aplicado esta fórmula. También es cierto que descubro que otras muchas veces la he aplicado, sin saberlo, y me alegro. Veo que es de esas fórmulas que no fallan, que da igual el entorno donde se desarrollen, la edad que tengas, el resultado sigue siendo bueno.
Recuerdo un sencillo ejemplo de la vida de la M. Cándida donde ver las cosas delante de Dios y aceptar lo que Él ofrece, fue una realidad.
¿Sabías que?
Juana Josefa, llamada a ser fundadora, aceptó con agrado el nombre propuesto para su Congregación: Hijas de Jesús. No así el nombre nuevo que se le daba a ella: Cándida Mª de Jesús. María de Jesús, sí; Cándida, no.
¿Recuerdo quizá de su niñez? De aquella taberna que ocupaba el bajo del antiguo palacio torre de Berrospe. Lo había visto al entrar y salir en el portal compartido del viejo caserón. El único Cándido que entonces conocía correspondía a un hombre de su pueblo y no precisamente ejemplar. Hasta que llegó a comprender que el tal Cándido era también hijo querido de Dios. Entonces aceptó su nombre nuevo. También ella quería ser hermana de todos los hombres, los de conducta modélica y los que dejaban algo o mucho que desear. (C. Cruz)
Seamos de las personas donde Dios ocupa un lugar importante, donde siempre encontremos un ratico para ver las cosas delante de Él y para que nunca nos falte el filtro de mirar siempre el bien de los hermanos.
Y, por supuesto, seamos valientes para aceptar lo que Dios propone. Seamos “iglesia en salida, en primera fila, allí donde estemos anunciemos con palabras y obras que Dios es nuestro Padre, que nos ama, que todos somos hermanos y no tengamos complejos para anunciar lo que creemos” (M. Ruano).
Y si pasa algo, ¿quién vendrá a ayudarme? La respuesta la encuentro en el salmo 62 de la eucaristía de ayer:
…porque fuiste mi auxilio
y a la sombra de tus alas canto con júbilo”
Mientras tanto, mientras la vida, que se nos da como regalo y como tiempo para hacer y ser anuncio del reino de Dios, hagamos lo que cuenta el Señor por boca de Mateo en la parábola de las diez doncellas:
“por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora”
Porque sigue habiendo amaneceres distintos, llenos de belleza, diferentes, únicos; como cada uno de nosotros. Porque detrás de cada uno de esos amaneceres está Dios derramando su amor y misericordia para cada uno de nosotros. Es momento de descubrir en lo pequeño a nuestro Padre que sigue cuidando de cada uno de nosotros. Y es momento de ser prudentes y cuidadosos hasta que pase esta pandemia, que pasará.