Casi sin darnos cuenta, día a día, como paso a paso, hemos llegado a mitad de junio; el final de curso parece que se acerca y en estas fechas, como en aquellas de la M. Cándida, el número de alumnos en los colegios es importante. Tampoco la M. Cándida podía asegurar el número porque dependía de varios factores que eran variables. Pero ella sabía que había un factor que nunca variaba, que nunca fallaba, ese soporte, ese elemento, siempre era Dios. Muchas sorpresas nos hemos llevado cada año con este asunto, y siempre hay que confiar en Dios que cuida nuestro trabajo, que lo acompaña y que determina los números si es para bien del colegio, aunque, a veces, no lo entendamos. He aprendido que no hay que sufrir por los números (aunque era y es inevitable). Descubrí que lo importante era preocuparse de las personas, del servicio a las personas, de la atención, a veces a deshoras, a las personas. Los números, si Dios quiere, llegarán.
Hoy todavía recordamos la gran fiesta de ayer, Corpus Christi. Y recordamos con atención las palabras del Deuteronomio que nos decía: “no solo de pan vive el hombre, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios” y añadía algo que muchas veces lo hemos hecho oración y siempre nos sirve de recuerdo: “No te olvides del Señor”. Pues cuando nos olvidamos de Él, nuestra vida parece que se tambalea, aunque Él no se olvida de nosotros. Todo esto nos lleva a cantar al Señor, a glorificarle, a alabarle, por tanto, por todo.
Pero es Pablo en su carta a los Corintios, el que nos recordaba que “el pan es uno, y así, nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan”. Y es aquí donde me brota una canción, una canción que habla y recuerda que el agua no tiene color. Es antigua, pero no por eso deja de ser buena, y es especial cantada por Mocedades. Os comparto el encale por si os apetece recordarla y entender de otra forma el significado de la fiesta de ayer.
San Juan cerró el sentido del Corpus con su trozo de evangelio breve y profundo: “El que come este pan vivirá para siempre”. Lo que importa es descubrir qué significa en mi vida comer el pan, pues es algo más que masticar, va directo a la persona en todo su ser. Leí hace poco que el motor de la persona es el ánimo, y estoy de acuerdo, pero ese ánimo tiene nombre, ese ánimo tiene rostro, ese ánimo es Dios. Y cuando el motor de tu vida es Dios, es cuando se nota de verdad.
Después de mucho buscar, reconozco que hay canciones que suenan bien en su idioma, en su entorno. Y el Pange lingua es una de ellas, aunque la versión de Mocedades es una maravilla. Os comparto también el enlace para unos minutos de paz.
Hoy me ha dado por las canciones.
Quiero agradecer a Dios las muestras de cariño por mi santo de hace dos días. Por mucho que quiera expresarlo, no tendría palabras para definir los sentimientos de agradecimiento, no tendría días para dar gracias. Pero tal como lo viví, lo comparto: GRACIAS a los de cerca y a los de lejos (muy lejos) por estar tan cerca, GRACIAS a los presentes y a los ausentes, por estar tan presentes a pesar de no poder cruzar la frontera provincial y GRACIAS porque cuando uno se siente querido, solo puede y debe responder de una forma: queriendo, aunque cueste.
El número, querida M. Cándida, agobia cuando no se tiene para el fin que se busca, pero el horizonte lo define Dios y tú sabes mucho de este paisaje. Seamos personas que siembren bondad y los números siempre cuadrarán. Seamos de los que riegan la hierba, que las aves llegarán solas. Aprendamos de los que sembraron y regaron antes que nosotros.