Ayer celebramos con inmensa alegría un día especial para la familia M. Cándida y muy especial para las Hijas de Jesús. Las circunstancias diferentes de otros años no impidió que el corazón se ensanchara una vez más recordando y celebrando el 31 de mayo. Con toda la prudencia que el tiempo requiere y toda la claridad que la vida exige, lo celebramos. Y así lo recordaremos el año que viene cuando, si Dios quiere, la celebración sea diferente.
Entregamos la tercera y última parte del compromiso de hace tres semanas:
En su niñez y primera juventud Juana Josefa aprendió y practicó los valores que darían sentido a su vida: alegría, austeridad, colaboración. servicio, generosidad… Y, sobre todo, un sentido de fe profunda expresada en prácticas de una piedad tradicional. También experimentó el dolor. A un paso de la adolescencia vería cómo se fueron al cielo dos de sus hermanas. Primero murió la que le seguía en edad, Josefa Ignacia, su compañera de juegos y “cuidadora”, con ella, de las hermanas pequeñas. Luego les dejaría María Francisca Victoriana, sin haber llegado ésta a cumplir los tres años. Nacerían después las dos últimas niñas. Gozos y dolores. Buen aprendizaje para su futura labor de fundadora.
Fue allí, en la escuela de la familia, donde aprendió lo que supone ser la “mayor”, ayudando a cuidar de las pequeñas, apoyando en las tareas de la casa, incluso aportando lo que podía a la escasa economía de un hogar tan numeroso. Si su madre trabajaba algunas horas en casa ajena, como interina o empleada del hogar, (en la terminología actual), Josefa de Cipitria y Barriola aparece en el Censo de 1854 en la calle Correo, nº 12, 2º, en calidad de criada. ¿Sería esta Juana nuestra Juana Josefa, antes de su marcha a Burgos? Expresamente de ella dirá años más tarde una testigo:
“Se encargaba de regar los jardines de unos señores que salían fuera de casa”. ¿Estaría en su subconsciente esta ocupación cuando hablaba con el P. Herranz de “los jardines”?
Mes de mayo. Primera estrella en el cielo personal de la Madre Cándida. Mes dedicado a María a quien Juanitatxo dedicó sus oraciones y atenciones infantiles.
Respondió desde sus “sesudos” cuatro años. Arriba, en el monte, señalan la fuente en donde se encontraba con la Señora.
Y, mientras llegaba el pobre, ella iba arrancando trocitos a la rica tortilla que la abuela Josefa Antonia le había preparada para el desayuno.
“Mi devoción a la Santísima Virgen desde la edad de cuatro años”, dejó escrito en un cuadernillo base para una posible reseña histórica. Nunca la hizo.
“Llevando siempre por estrella de vuestros caminos a María Inmaculada”.
Y aparece junio con preguntas de esas que hay que hacer de vez en cuando:
¿Tu camino tiene estrella?
¿Quién es la estrella de tu camino?
¿Cómo es la estrella que ilumina tu camino?
¿Has pensado que puede ser María, la estrella de tu camino?
¿Quién ilumina tu camino en los días grises?
Mientras vamos dando vueltas a estas preguntas, recordamos la fiesta de ayer: Pentecostés. Paz a vosotros. Soy yo. Paz a vosotros. Os envío. Recibid el Espíritu Santo.
La M. Cándida nos anima hoy a hablar, escuchando al corazón, escuchando al Espíritu Santo. Vienen tiempos nuevos para respuestas nuevas y sabemos que, juntos, unidos como familia, será más llevadero.