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CONSEJO 25

25. Tendrá cuidado de que no enfermen las Maestras o Ayudantes, teniendo la Superiora señalado las que las han de suplir cuando se encuentren mal por el trabajo.

Semana grande que nos lleva al domingo 31 de mayo donde celebramos que hace 175 años nació una niña que, de la mano de Dios, se hizo mayor, fundó una Congregación que llamó Hijas de Jesús y que hoy nos recuerda que hay que tener organizado el trabajo. Que hay que prever posibles acontecimientos para no perder calidad y caridad en el trabajo. Semana grande en la que mayo se despide “a lo grande”.

Hoy entrego la segunda parte de aquel 31 de mayo de 1845 en Andoain, después del bautizo, y esto fue lo que pasó:

De regreso a casa, y después de haber contado a la madre, con todo detalle, la ceremonia, volvieron a arropar bien a la niña y la abuela Josefa Antonia se hizo cargo de ella. En su casa, Torretxiki, la de los abuelos paternos, la sacaría adelante. Ya hemos dicho. Papilla de leche de vaca y huevos.

Por delante habían ido el padre Juan Miguel y el abuelo José Ignacio llevando la cuna. Ellos aún no lo sabían, pero esa cuna iría acogiendo, una a una, a seis niñas más. Detrás de Juana Josefa vendrían Josefa Ignacia, Josefa Jerónima, Francisca Sotera, María Francisca Victoriana, María Dominica y Ángela Joaquina.

Cuando la familia se trasladó a Tolosa, en la carreta que trasportaba los escasos y pobres enseres, iba la cuna. Las pequeñas de la casa, encantadas con la novedad del viaje, harían fiestas a Francisca Sotera quien, si ya había nacido, sería bebé de pocos meses. En Tolosa nacerían ya las últimas hermanas.

Son varios los interrogantes que surgen al contemplar estos años vividos por Juana Josefa en Andoain. Al dar un testimonio sobre ellos dejó escrito su hermana Ángela: “Con la abuelita estuvo hasta la edad de siete años”. Y nos preguntamos.

¿Por qué vivió en casa de los abuelos y no en la de sus padres?

Es cierto que las dos casas estaban separadas tan solo por unos metros, pero esto no da una explicación satisfactoria al primer interrogante.

Fue la abuela paterna, Josefa Antonia de Aramburo, y no la materna, Josefa de Querejeta, quien atendió a Mª Jesús cuando nació su primera hija. ¿Es que los abuelos maternos no vivían en Andoain? Sin embargo, en el Acta de Bautismo sí se les nombra como asistentes a la ceremonia del bautizo que decíamos se realizó el mismo día del nacimiento.

 Los siete primeros años de la vida de un ser humano dan para mucho. Entre los juegos interminables con otros niños se desata un montón de vivencias familiares, religiosas, sociales. Todo es nuevo; la persona está, sin ser plenamente consciente de ello, en continuo aprendizaje.

La distancia entre la casa de los abuelos, Torretxiki, y la paterna, Berrospe, es pequeña y segura; sin peligros. ¿Sin peligros? No siempre. En ese espacio una vaca que bajaba del monte volteó sus menudos cuatro años. Magullamiento general y daño en la lengua. Se dijo que quedaría tartamuda. Pues no. Felizmente la pequeña se curó pronto y bien. Dios la quería apóstol de palabra clara y enérgica, no con habla entrecortada.

Por eso también la libró de otro accidente fortuito. Camino de la iglesia con el abuelo, cuesta empinada camino de la Misa Mayor, su vestido se prendió con la lumbre de una pipa. Nuevo peligro superado.

Y hoy resuena aún el evangelio de ayer, festividad de la Ascensión, en el que Mateo nos recuerda las palabras de Jesús: Id. Allá donde tengas que ir, cerca o lejos, pero id sabiendo que “yo estoy con vosotros” siempre, “todos los días”, siempre “hasta el final de los tiempos”. Caminar así, con esta certeza y esta compañía, es caminar de otra forma. Pues adelante.

Esta festividad siempre me trae el recuerdo de mi hermano César, pues ese día hace muchos años, cuando tenía 18 años, se fue al Padre y le contó todo lo bueno que había vivido. Y desde allí nos acompaña.