Seguimos necesitando, dadas las cifras que se manejan de fallecidos, el manto protector de María. Por eso seguimos diciendo y pidiendo que: “La Purísima Virgen nos cubra con su manto”. Que sea nuestra intercesora, que nos cuide como buena Madre a la que se le rompe el corazón con los rostros de los enfermos y fallecidos, que nos anime a seguir luchando, a pesar de todo. Aunque también le damos gracias por el considerable descenso de fallecidos.
Hoy la M. Cándida nos trae un consejo de mezcla entre ser madre y ser amiga. Creo que afina en ese terreno de las relaciones humanas, donde grandes genios se pierden muchas veces y donde sencillos hombres encuentran su talento. Se trata de algo muy elemental, vamos que se trata de ser amigos de verdad, destacando las dos últimas palabras de esta expresión: “de verdad”. Y para lograrlo la M. Cándida aporta unas buenas pistas.
Y vuelve Emaús, vuelve ese relato de camino y esperanza, de encuentro y decisión, de tristeza y algo más que alegría. Ayer volvimos a escuchar el relato de Lucas y volvimos a imaginar el camino, la conversación, las ropas, los rostros, el momento de los dos encuentros, el de la palabra y el del pan compartido, como si uno fuese preparando al otro, aun pudiendo ser independientes. Emaús. Y volvemos a pedirle al Señor que nos enseñe el sendero de la vida en el salmo, después de recordar lo que ocurrió el día de Pentecostés, según lo narran los Hechos. Unas lecturas para leer, releer y ponerlas en la mesita como guía del camino.
Dios se hizo amigo de verdad de aquellos discípulos tristes y cabizbajos y descubro dentro del relato, las pistas que la M. Cándida propone para nuestro encuentro con las personas que se cruzan en nuestro camino, especialmente nuestros alumnos. Imagino la actitud de respeto, escucha, ante la bondad de Jesús, ante la forma sencilla de contarle las escrituras. Eso nos tiene que animar a no desfallecer en nuestra tarea de contar las historias del Evangelio a los demás, a los niños, en su lenguaje, pero como auténticos peregrinos que trasmiten aquello que su corazón rebosa. Busquemos la bondad y la caridad para narrar, para contar, para hablar de Jesús.
Jesús fue animando a los discípulos dándoles su tiempo, poco a poco, simplemente contando y dejando que su corazón vaya llenándose de esa mansedumbre y de ese amor con el que narraba. No fue el caso en Emaús o sí. Puede que alguno de los dos discípulos le dijese algo relacionado con lo que las escrituras decían del Mesías y Jesús le reprendiese. Reprender no es malo si va acompañado de amor, si el otro te interesa.
Y desde luego lo que Jesús fue logrando en ese trozo del camino fue inspirar confianza y ganar su voluntad. Y a partir de ahí, libertad. ¿Qué hubiera pasado su después de descansar hubiesen seguido su camino y no hubiesen vuelto a Jerusalén? ¿Qué hubiese pasado si uno de ellos hubiese vuelto y otro hubiese seguido? Libertad, sencillamente. Jesús hubiese elegido otra forma de comunicar, de compartir el pan y abrir los ojos. Pero de ahí nuestro trabajo de inspirar confianza en todas las acciones educativas o no, en nuestra vida. Una confianza que solo puede salir de la verdad y cuanta más verdad, más confianza.
Emaús nos cita a conocer y caminar con Jesús, la M. Cándida nos cita a educar desde el amor y la vida nos cita a abrir los ojos y escuchar.
La fecha de hoy también nos cita con una joven, con una casi desconocida joven que subió al cielo un 27 de abril de 1919. Alegría, caridad, ternura, decisión, vocación, entrega, son algunas de las palabras que se desprenden de la lectura que he vuelto a hacer de su biografía. Grande a los 21 años, sencilla y consecuente. De su boca salieron estas frases que sirven de recordatorio para nuestra vida:
“Es preciso llegar a la cumbre”
“De hacer… hacerlo entero”
“Sí, tu regarás las flores, pero yo te daré el agua”
Os animo a leer o volver a leer su vida y, parar de vez en cuando y, sentir la fuerza de su amor, la capacidad de sacrificio y su sonrisa ante las dificultades. Jesús fue su vida.