La M. Cándida escribió cuatro consejos referidos al método de instrucción. Y este es el primero que encontramos. Pero en estos momentos estamos viviendo el estado de alarma decretado por el Gobierno con el apoyo de todos los grupos políticos. Estamos en unos momentos delicados donde la responsabilidad individual es sumamente importante. Tenemos delante la oportunidad de evitar muertes y dolor, simplemente con el uso libre de nuestra forma de hacer las cosas. Por eso es necesario seguir las instrucciones recibidas y usar el sentido común para añadir a ellas, aquellas que veamos necesarias también.
Pero no perdamos la alegría. Busquemos la forma de hacer que esta etapa, que se superará, se viva con la visión de aprender, de aprender a cambiar algunas costumbres que ahora descubrimos que no son tan importantes como creíamos. Utilicemos el método más alegre para transmitir, con toda la importancia que requiere, esta situación. Recuerdo la película “La vida es bella”. Y recuerdo durante estos días las iniciativas alegres y divertidas que han ido corriendo por las redes sociales, como la de colgar en los balcones el trabajo realizado por los niños en las casas, para que se vaya contagiando el animar a quedarse en casa.
No perdamos la alegría. No perdamos la confianza en Dios Padre que nunca nos abandonará. Es momento para confiar y para actuar. No perdamos la cabeza con almacenamientos exagerados. Agradezcamos la excelente labor de todos aquellos que trabajan, hasta no poder más, para cuidar a los que necesitan más ayuda en estos momentos.
Ayer, en la lectura del Éxodo, el Señor nos dice que estará allí, ante nosotros, junto a nosotros. Y ante la pregunta ¿estará el Señor entre nosotros o no?, hizo que Moisés golpeara la roca y saliese agua para beber. Hoy hay muchos “Moisés” que son instrumentos de Dios para decirnos continuamente que no nos abandona, que está con nosotros, desde cada uno de los sanitarios, desde cada uno de los transportistas, de todos los que no abandonan a los ancianos o enfermos, de los que deciden no salir de casa para evitar ampliar este contagio, de todos y cada uno que ayudan con su labor silenciosa a que brote el agua de la esperanza y recuperemos la normalidad, pero deseando que hayamos aprendido algo para nuestro futuro. Porque, como dice Pablo a los romanos en la segunda lectura de ayer: “La esperanza no defrauda”. Y no defrauda porque “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” y porque “cuando estábamos sin fuerza… Cristo murió por nosotros”. Y ante los cansancios del momento, tenemos el agua viva de Jesús que siempre se acerca y se ofrece, como lo hizo con la samaritana y lo hace con nosotros cada día, porque “Él es de verdad el salvador del mundo”.
Y así poco a poco, día a día, saldremos de esta pandemia del coronavirus, como hemos salido de otras. Lo que importa de verdad es ver si seremos capaces de aprender algo de todo esto, o si volveremos a lo mismo una vez pasados unos meses.
Usemos el método más alegre porque, desde la alegría, el encuentro es más fácil. Y, sabemos que, sin encuentro, poco hay de verdad, de autenticidad, de profundidad. Se trata de “mantener el estilo del método en la misión” (Otros escritos), de mantener esa alegría que nace desde dentro, de ese convencimiento del Dios Padre en quien confiamos, del Dios Hijo en quien esperamos y del Dios Espíritu Santo que nos fortalece en el camino.