Nuestra vida está llena de voces. Voces en los medios de comunicación, en las calles, en el móvil… también tenemos a nuestro alrededor ruido que nos confunde y que nos va llenando de sentimientos encontrados.
En una sociedad saturada de sonidos se nos hace complicado distinguir la voz del Pastor que nos llama por nuestro nombre. Solemos ir detrás de otras llamadas que nos prometen la felicidad cifrada con billetes o con el poder que nos propone convertir las piedras en pan.
La voz del Pastor es casi susurro que se acaba difuminando en medio del barullo. Pero hay varias maneras de distinguirla:
Nos llama a la gratuidad, a no mercadear con los demás o con nosotros mismos.
Nos llama a olvidarnos de la creencia de que somos el centro de todo y de que nuestros caprichos son la única verdad.