Ahora que hemos perdido los abrazos, recuperemos la mirada,
ahora que hemos perdido la caricia, reivindiquemos la fuerza del alma.
Rescata del armario tu mejor colección de miradas,
esas que antes creías que no necesitabas,
aquellas que antes suplías con palabras.
Colócate antes de salir a la calle la que mejor te sienta:
la amable, la profunda, la pícara,
la empática, la dulce, la coqueta…
Y lleva siempre en el bolso, de repuesto,
alguna otra para alguna ocasión especial:
la acogedora, la tierna, la que protege y sostiene,
la que cura todos los males…
Y fíjate con atención en las miradas de aquellos con quienes te cruzas,
con quienes trabajas, con quienes compartes tu vida.
Capta en sus miradas cómo están,
qué les inquieta,
qué música les bulle en el alma…
y comparte con ellos inquietudes,
alegrías y andanzas.
Y no quites tu mirada de aquellas que te duelen,
de aquellas que te parten el alma.
Son ésas, precisamente ésas,
las que hacen que el corazón siga latiendo,
que la conciencia no se quede tranquila,
las que movilizan pies y manos,
las que muerden por dentro,
piden justicia
y hacen que te levantes cada mañana.
Miradas de miedo
porque lo único que han visto es la destrucción de la guerra,
miradas de desconfianza
porque lo único que han recibido han sido golpes o desprecio,
miradas tristes
porque la pena les inunda y les desborda.
Y mira todo y a todos como te gusta que te miren.
Mira con amor, bondad, ternura, complicidad.
Con esperanza, con asombro.
Con armonía, con paz.
Ahora que hemos perdido los abrazos, hagamos posible lo que parece imposible: creamos que es posible ser un solo corazón.
Beatriz Neff
@BeatrizNeff