«… os tomaré conmigo para que donde yo estoy, estéis también vosotros» Jn 14,3.
Juan ha constatado muchas veces cómo Jesús nos tiene presentes a todos nosotros en su oración al Padre:
«los que Tú me has dado, los tuyos…
Padre santo, guarda en tu nombre a éstos que me has dado…
No ruego solo por éstos, sino por cuantos crean en mí por su palabra, para que todos sean uno, como tú, Padre estás en mí y yo en ti, para que ellos sean en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado…»
Jesús, con su Padre, parece que no tiene otra preocupación que nosotros.
Y Juan no se extraña de lo que Jesús dice a Dimas al pie de la cruz: «¡hoy mismo estarás conmigo!»
Tampoco extraña pues, que Pablo diga a los Hebreos 11,1: «es la fe la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve.»
Certeza; en esperanza.
Aunque no se ve.
Es coherente entonces la actitud impaciente de Teresa que arde en deseos:
«Vivo sin vivir en mí
y tan alta vida espero
que muero porque no muero….
[ ]… muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero.
que muero porque no muero…»
Cándida María de JESÚS, menos impaciente que Teresa, sino más bien, «tranquilísimamente tranquila» espera feliz y esperanzada el amoroso abrazo eterno de su Padre Dios.
Ha vivido siempre en Él: «En Jesús todo lo tenemos». «Bendito sea Dios que tanto nos quiere…»
No solo «los 41 años de vida religiosa…»
Ya desde los cuatro años tiene conciencia de su experiencia mariana, que va a manifestarse resuelta y vigorosa en el umbral de juventud: «yo, sólo para Dios» como su opción fundamental, definitiva.
Un amor que le impele a configurarse con Jesús, en quien totaliza su Dios, le empuja a vivir el «contigo y como Tú» de la segunda semana ignaciana.
La misión de Jesús, el Reino de Dios, será la pasión de su vida: la Educación Católica de los Pueblos.
Un amor recio, pero velado por la fe, y sostenido por una espera esperanzada.
Y eso debe ser el cielo, cuando la fe se rasga; y la esperanza cede.
Quedan las dos a un lado y dan paso a sentir el gozo de ese abrazo del AMOR.
AMOR inconmensurable de nuestro Padre Dios… ¡ESTARÁS CONMIGO! nos promete Jesús.
Fue un 9 de Agosto, el de 1912, en el colegio de María Inmaculada, lugar de misión educativa, donde M. Cándida María de Jesús, llevándonos a todas sus hijas en su gran corazón, sentía de verdad aquella promesa de Jesús que nunca falla:
«os tomaré conmigo para que donde yo
estoy, estéis también vosotros». Jn 14,3.
Con MARÍA la madre de Jesús, seguimos cantando:
«proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador»
… porque también ha mirado la humildad de Juana Josefa y ha hecho maravillas en Cándida María de JESÚS.
Como el grano de mostaza, signo del REINO.
Mª Teresa Zugazabeitia, FI