Después de leer esta perla de la Madre Cándida, me cruzo con el versículo del salmo de ayer y escucho: “Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor”. Y descubro que los dos hablan de lo mismo, de confiar en Dios. Confiar es una de esas palabras que en sí ya suenan bien, pero cuando la escuchas desde el corazón y la vida, es cuando adquiere una nueva dimensión, es cuando significa algo nuevo y distinto. Es de esas palabras que realmente descubre el sentido completo cuando puedes hablar de experiencia personal de confiar.
“En Dios todo lo puedo” es la frase que le brota a la Madre Cándida cuando las cosas salen bien y cuando las cosas salen mal. Da igual, porque lo importante es que sigue confiando, y a quien confía su vida y sus proyectos en Dios, el salmista, en el salmo 1, le llama dichoso. “…por nosotras nada podemos”, pero sin embargo estamos llamados a hacer todo lo que esté en nuestras manos, estamos invitados a trabajar por el Reino, con las manos cansadas y la mirada puesta en Dios. Así es como se trabaja en esta aventura. Es cierto que este tipo de tarea agota. Por eso los santos tenían momentos para la oración, tenían días para el retiro y reencontrarse de nuevo con ellos mismo y con Dios y por eso debemos aprender de ellos. Por eso debemos buscar esos momentos y esos espacios para tomar fuerzas y seguir el camino.
La fuerza que se genera desde la confianza en Dios es extraordinaria. Basta con mirar la vida de los santos, la vida de la Madre Cándida. ¿Dónde estaba su motor, su energía? Cuanto más se sentía en las manos de Dios mejor funcionaba todo. Y cuando las cosas salían mal, era cuando ella acudía a Dios y le pedía, y le contaba, y le daba detalles de las cosas. Y es ahí, en ese diálogo, donde escucha y aprende, donde se produce un encuentro especial que le lleva a hacer las cosas de una manera clara y animada.
La pregunta sería: ¿En quién confío yo?
Pero esto no es ninguna tortura para cada momento del día. Se trata de una forma de ser y vivir. Es como si me sacan sangre de cualquier parte del cuerpo, siempre saldría el mismo tipo, da igual la hora del día, da igual el cansancio. Y esa es la clave. Se trata de vivir con esa actitud de sabernos en manos de alguien que nos quiere y se preocupa por nosotros.
Pues como dice la Madre Cándida en otro trozo de esta carta: “Demos gracias a Dios y seamos muy buenas para corresponder a tantos beneficios como el Señor nos dispensa”. Pues es verdad, lo que brota de la confianza siempre es el agradecimiento. Y eso es lo que le brota a la Madre Cándida y nos tiene que brotar a nosotros. Seamos agradecidos y confiados en Dios.
Antonio Grau
Murcia