Mañana se cumplen 10 años desde aquel día que inicié esta aventura, este camino, esta búsqueda de esas perlas que la Madre Cándida fue escribiendo en sus cartas. Y volviendo la mirada a ese primer día, recupero y comparto algo de lo que escribí:
«Sin padecer, no puede ser»
“Hoy, alguien nos recuerda que, sin dolor, sin sufrimiento no se llegará al ser, que el dolor es parte de la persona y que si el grano de trigo no muere …
Pero qué difícil es la serenidad y la confianza cuando se está en el padecer”.
Y después de este trozo del camino recorrido, hoy, casi diez años después, la Madre Cándida nos habla de paciencia y de la razón de esa paciencia, del sentido de esa espera tranquila, aunque sea activa. No podemos vivir ajenos al sufrimiento porque es parte de nuestra vida. Pero no podemos vivir solo en el sufrimiento como forma de estar. Porque por mucho que llueva, siempre tenemos la certeza de que el sol sale, tenemos la seguridad que sus rayos nos volverán a calentar y su luz volverá a inundar nuestro camino. Por eso hay que seguir caminando, como hay que seguir confiando.
El contraste de la paciencia con el ritmo actual que llevamos es algo que contrasta y nos interroga e incluso muchas veces no se entiende. Quizá en esos casos se trata de que no hemos descubierto la razón, porque tener paciencia por tener paciencia es algo que cuesta entender, mientras que tener paciencia por el amor de Dios trasciende nuestra propia vida y da sentido a ese hacer tranquilo, paciente. Y es, en esos momentos de turbación, donde hay que poner encima de la mesa esa paciencia, aunque no se entienda nada, aunque se esté padeciendo, aunque la serenidad sea lo último que te pueda brotar. Ahí es donde las palabras de la Madre Cándida adquieren un sentido actual y auténtico.
El Señor sigue “enseñando el sendero de la vida”, como nos decía el salmo, nos sigue marcando por donde y cómo hay que seguir caminando. Y cuando escuchas eso, es cuando algunas cosas quedan en un plano muy abajo y otras son las importantes de verdad. Y una de ellas es que pase lo que pase, hay que seguir caminando y confiando en ese Señor que nunca abandona. Y es este Señor el que nos cuenta, en boca de Marcos, que sus palabras no pasarán, que tenemos que seguir viviendo como si fuera el ultimo día de nuestra vida, porque no sabemos cuándo será ese día ni esa hora. Entonces, ¿por qué dejamos que se escapen algunas cosas importantes y nos enredamos en tonterías? A veces, aparece una respuesta, y encontramos que es porque todavía no hemos descubierto que todos somos los que debemos abrir caminos, porque ante las adversidades, ante un viento fuerte, unos se dedican a construir muros mientras que otros construyen molinos.
Vivo este décimo aniversario con ilusión y confianza, aprendiendo de las cosas que han pasado e intentando construir molinos, aunque algunas veces se parecen más a un muro, pero cuando esto ocurre Dios te da un revolcón y vuelvo a reconstruir lo que estaba equivocado. Sigo en camino y sigo viviendo con pasión todo lo que creo. Y es aquí donde la Madre Cándida guía los torpes pasos y donde Dios siempre abraza con la misericordia de ese Padre que siempre se acerca al camino a buscar, a buscarte.
Antonio Grau
Murcia