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PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 419

Carta nº 419      Junio 1911

 

“… acude siempre a Ella (Virgen), y en su poderosa y maternal protección encontrarás el remedio para todas las necesidades, que, como Madre cariñosa, no te abandonará”

 

Cuando leí esta perla por primera vez me vino a la cabeza la canción que tantas veces he cantado:

Hoy he vuelto, Madre a recordar
cuántas cosas dije ante tu altar,
y al rezarte puedo comprender
que una Madre no se cansa de esperar.


Al regreso me encendías una luz,
sonriendo desde lejos me esperabas
en la mesa la comida aún caliente y el mantel
y tu abrazo en mi alegría de volver.

La vida te da sorpresas y hoy vuelvo a la Perla y encuentro consuelo y paz. Y a la Virgen acudo para que sea mi protectora y pueda ir encontrando el remedio a esas necesidades nuevas que la vida te propone. Porque si algo sé y afirmo con la cabeza alta y con toda la voz que tengo, es que he cometido errores involuntarios, decisiones no acertadas, pero que en ningún caso ha sido por hacer daño o por mala voluntad. Eso, compartido, me hace tener la conciencia tranquila y seguir caminando confiando en quien nunca me abandona. Dios, que siempre es Padre que de todos cuida, me ha puesto esta perla cuando más la necesitaba y me ha abierto los ojos para que no me desvíe y acuda a quien tengo que acudir (Dios) y olvide a quien tengo que olvidar, con todo el respeto que merece. Y aclaro que no me siento víctima de nada ni de nadie, sino de mis propias decisiones personales. Y acepto las consecuencias, pero no las comparto en absoluto, sin embargo, a lo largo de estos días, me ha servido para descubrir en algunas personas que una cosa es hablar y otra actuar y que, algunas veces, están en polos opuestos.

Por todo ello acudo a María para que, una vez más me proteja y me siga ayudando a encontrar el remedio a las necesidades que hay en cada momento.

Y por eso comparto algo que encontré en un libro pequeñito titulado “El arte de dar gracias”:

Cuando tu corazón está destrozado,

cuando ves que se evapora tu más acariciado sueño,

cuando pierdes algo o alguien importante,

es difícil que sientas gratitud.

Recuerda los tiempos en que sentías

la presencia de la gracia en tu vida.

Permite que el agradecimiento por esos tiempos

inunde también tu presente.

Confía en que Dios

sólo quiere el bien para ti.

Disfruta del viaje de la vida,

Con todas sus curvas, encrucijadas y vueltas.

A menudo aprendemos más del camino pedregoso

que del sendero llano.

 

Gracias Madre por ser refugio y escudo. Gracias Madre Cándida por aparecer en el momento adecuado. Pero sobre todo gracias por hacerme descubrir que en tiempos difíciles descubro a los verdaderos amigos.

Quiero cerrar este comentario a la perla de hoy con un texto de San Juan Crisóstomo hablando sobre la repercusión que tendría nuestro testimonio y que, por casualidad, he leído en un libro que un buen amigo me dejó hace unos días:

“No habría paganos si nosotros fuéramos cristianos. Si observáramos los mandamientos de Cristo; si padeciéramos ofensas, si permitiéramos que los demás se aprovechasen de nosotros; si bendijéramos al que nos vilipendia; si devolviéramos bien por mal; si esta fuera entre nosotros la manera habitual de actuar, no habría nadie tan bruto que no se convirtiera a la bondad”.

Antonio Grau

Murcia

Lee aquí la carta 419 de la Madre Cándida completa