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PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 414

Carta nº 414      Mayo 1911

“Démosle infinitas gracias y mostrémosle nuestro agradecimiento, procurando, por medio de la fiel observancia de las santas Reglas, hacernos dignas del nombre que llevamos; nombre y título honrosísimo, que nos obliga a ser muy buenas”

Ya inmersos de pleno en un nuevo curso, la Madre Cándida nos recuerda dos pilares importantes que formaron parte de su estructura como persona y como Fundadora de las Hijas de Jesús. El primero es dar gracias y ser agradecida, y el segundo ser muy buenas haciéndose dignas del nombre que llevaban.

Dar gracias y ser agradecida debe formar parte de nuestro ser como lo formó en el de la Madre Cándida. Vivir la experiencia de dar gracias es algo que nos lleva, o nos tiene que llevar, a ser agradecidos. Y escrito ya suena bien, queda bien cuando se vuelve a leer, pero cuando realmente adquiere su ser, es cuando puedes contar algún acontecimiento donde se hizo presente esta afirmación. Ahí es cuando las cosas cambian, ahí es cuando la vida te dice la verdad y ahí es cuando de verdad empiezas a crecer. Este es el aprendizaje auténtico, ese que a veces, te da bofetadas que no entiendes y que a pesar de todo sigues caminando y ese mismo es el que, después de un tiempo, te lleva a dar gracias. Porque no sabemos ni el día ni a hora y se me olvida muy pronto, porque sabemos lo que es mejor y hacemos torpemente lo que el genio (temperamento) nos empuja.

Si dar gracias me parece excelente, creo que ser agradecido a Dios por tanto que me da cada día, supera lo anterior. Sólo es cuestión de tener unos minutos y hacer un recorrido de cada día y ver lo mucho que tenemos para ser agradecidos o, como dice la Madre Cándida, mostrar nuestro agradecimiento. Eso es, que se note, que no nos dé rubor por mostrarnos como el evangelio nos invita. La Madre Cándida fue de esas personas a las que se les conoce por sus obras y por su fe, pero sobre todo por sus obras. El trozo de la carta del apóstol Santiago de ayer no puede ser más claro. Eso es, que se note nuestra fe por las obras que hagamos, aunque a veces, no sean como nos gustaría que fueran. No importa. Hay que seguir intentándolo, hay que seguir por el buen camino, porque estoy convencido que esto nos llevará a la segunda parte de la perla de hoy: ser muy buenos, ser dignos del nombre de cristianos que llevamos desde el bautismo.

¿Qué queremos hacer con nuestra vida? ¿Salvarla o perderla? Si vivimos solo para salvar la vida, probablemente la perderemos (y no me refiero a la vida eterna exclusivamente, sino a la que tenemos en nuestras manos ahora), pero si perdemos la vida por Jesús y el evangelio, probablemente la salvaremos (y no me refiero a la vida eterna exclusivamente, sino a esta que tenemos delante de nosotros todos los días). Me atrevo a dar un pequeño paso más y es volver a leer este último párrafo y quitar la palabra probablemente. Si creemos, creemos. Y ahí es donde ayuda aprender de la vida de personas como la Madre Cándida, de personas que se creyeron plenamente esta invitación e hicieron que su vida hablara de ello.

Tenemos en nuestras manos la noble tarea de ayudar a nuestros alumnos a ser buenas personas. Esa es la tarea, lo demás son instrumentos para conseguirlo. Y eso apasiona, ilusiona, ayuda a encontrar sentido a nuestra vocación de maestros. Solo queda creer en ello y ser dignos del nombre que llevamos.

Antonio Grau

Murcia

Lee aquí completa la carta nº413 de la Madre Cándida