Hoy, cuando el domingo IV de Pascua nos presenta la figura del Buen Pastor, la Madre Cándida abre su corazón a unas fronteras que superan España. Pienso que lo tenía bastante claro, aunque no sabía cómo, como tantas veces le ocurrió. Siguió adelante confiando en Dios, en quien apoyó, como siempre, esta empresa. Argentina abría sus puertas como oportunidad para cruzar por primera vez el mar y fundar en América. Deseaba tener allí una casa, pero Dios parece que tenía otros planes en otro país. El sentimiento y la voluntad de fundar fuera de España era lo importante, el corazón empezaba a latir de otra forma, era una aventura que había ido madurando poco a poco y que parecía que estaba madura.
Y en esto, en salir, vuelven a coincidir la Madre Cándida y el evangelio del domingo, como tantas veces. La Madre Cándida, muchas veces habría escuchado esta historia, muchas veces habría sentido ese salir a buscar, ese salir de la zona de confort, como se dice ahora. Y muchas veces sentiría ese salir donde “Dios te llame”. Hoy algo nos pide, algo nos debe resonar por dentro una vez más. Probablemente serán ecos diferentes, probablemente serán resonancias complementarias. Comparto mi agradecimiento a Dios porque me cuida, porque le importa lo que soy, porque no me abandona cuando aparecen los lobos, porque me conoce y me quiere como soy. Tener un Pastor (con mayúsculas) es un motivo para seguir caminando confiados en que nada malo nos pasará.
Tener casa en una ciudad lejana era un sueño de la Madre Cándida. Atravesar los mares y hacerse presente donde le llamen para seguir siendo evangelio allá donde las necesitaran era un sueño. Y cuando los sueños se acercan a la realidad, a la posibilidad de que se puedan cumplir, es una sensación de felicidad difícil de narrar.
¿Cuáles son tus sueños? ¿Cuál es tu sueño? O, como dice una Historia judía, magistralmente narrada por Ixcis en su disco “Confío” (pincha aquí si quieres escucharla mientras la lees), allá por 1997: ¿para quién caminas, para quien son tus pasos?
Una historia cuenta que un rabino sabio y buscador de Dios, una noche, después de haber pasado todo el día tratando de interpretar los libros de las viejas profecías sobre la venida del Mesías, quiso salir a dar una vuelta por la calle para distraerse un poco y descansar.
Mientras caminaba despacio, se encontró con un guardia vigilante que daba cortos paseos adelante y atrás con pasos largos y decididos ante el portón de una gran mansión señorial.
–¿Para quién paseas tú? – le preguntó curioso el rabino.
El guardián dijo el nombre de su amo, luego le preguntó al rabino:
– ¿Y tú, para quién caminas?
Esta pregunta se quedó grabada en el corazón del rabino: «¿Y tú, para quién caminas? ¿Para quién son tus pasos? ¿Para quién vives? Sólo puedes vivir para alguien…
A cada paso que des hoy, repite su nombre»
¿Qué nombre has dicho? ¿Qué nombre has pensado?
Tu respuesta es una oración sencilla, corta y preciosa. Gracias.
Antonio Grau
Murcia