La Madre Cándida siempre tiene la bendición a Dios en la mente y en el corazón, y muchas veces no puede evitar que brote en sus palabras. Bendito sea Dios, Padre que nos da todo bien. Y si no creemos esa expresión, si por casualidad se nos presentan las dudas sobre esta frase, sólo tienes que acercarte al leproso del evangelio de ayer y preguntarle. Imagina que eres capaz de hacerlo, que estás por allí cerca y que le preguntas sobre quien le ha quitado la lepra. Yo creo que lo menos que te contestaría, sería una frase como la de la Madre Cándida.
¿Y nosotros? ¿Somos agradecidos? ¿Qué hacemos cuando Dios se acerca y nos cura? ¿Pregonamos o callamos?
Dios se acerca siempre respetando nuestra libertad de hijos, pero cuando nosotros nos acercamos, siempre está ahí. Como el leproso; como todas las veces que le necesito, unas con mucha urgencia y otras con más tiempo, Dios escucha y contesta. Y si esto es lo que me enseña hoy, esto es a lo que estoy llamado. No soy dador de todo bien, pero estoy llamado a dar todo el bien que pueda, no soy el que está siempre, pero estoy llamado a estar todas las veces que pueda, no soy el que escucha siempre, pero estoy llamado a escuchar, porque además pienso que hoy es urgente escuchar, escuchar mucho, estar ahí y dar lo que somos. No nos preocupemos si sabemos mucho del tema o si lo que vamos a decir está muy bien, confiemos en Dios que Él nos dará la fortaleza para lo que necesitemos en su nombre. La Madre Cándida así funcionaba: trabajo y confianza, pero por encima de todo, confianza en ese Dios que es dador de todo bien.
Y así funciona la vida, así nos levantamos cada mañana y así se nos plantea cada día con la posibilidad en nuestras manos de elegir cómo queremos hacer las cosas, cómo queremos que nuestra vida sea una oportunidad para hacer el bien. Sinceramente hay días y días. Y hay días donde parece que todo es una balsa de aceite, que la gente sonríe más, que las cosas encajan, que aquello que estaba difícil se soluciona. Pues bien, cuando esto ocurra sólo hay que girar la cabeza hacia arriba y dar gracias. Un gesto rápido e intenso. Porque todos sabemos que también hay días de esos que no sale nada, de esos que cosa que haces cosa que se estropea, acción que quieres cerrar y no hay forma, incluso parece que la gente no sonríe como ayer. Pues bien, cuando eso ocurra sólo hay que girar la cabeza hacia arriba y dar gracias. Porque quiero compartir que siempre tenemos razones para dar gracias. Siempre.
Y, ¿por qué no hoy? Hoy es un buen día para girar la cabeza y bendecir al Señor por todo el bien que nos da. Da igual el momento del día. Sé que hay personas que le bendicen por la mañana al levantarse con una señal de la cruz al poner los pies en el suelo, también sé que hay personas que se quedan dormidas rezando, también conozco a algunas que van solos en el coche y van escuchando una reflexión desde su móvil, y muchas más personas y muchos más momentos. ¿Cuál es el tuyo? Lo importante es descubrir al Señor en la vida, en lo sencillo y bendecirle con nuestro tiempo y con lo que somos, porque cada día se abre una nueva oportunidad.
Antonio Grau
Murcia