La Madre Cándida, acostumbrada a bendecir, agradece la bendición de otra persona con la humildad de su propio gesto al recibirla. Eso es lo que hace grande a algunas personas. Siempre hay razones para agradecer, pero hay un agradecimiento especial que, para la Madre Cándida, es la bendición recibida. Ella sabe lo que hay detrás de ese gesto. Ella sabe lo que ella quiere transmitir cuando bendice a alguna hermana o a alguna persona que no pertenece a la Congregación. Bendición es bien decir, es desear lo mejor para la persona, es desear que se cumplan todos sus sueños, si es la voluntad de Dios (añadiría la Madre Cándida).
“Es de bien nacido el ser bien agradecido” y además es de buena educación. Debemos ser agradecidos con la vida, con tantas cosas que nos ofrece cada día y debemos ser agradecidos con Dios que tanto nos cuida, que tan cercano está y que tanto nos bendice.
Como suele ser casi costumbre, vuelven a aparecer las casualidades de Dios. Hace unos días casi sale adelante una propuesta de bendición y envío de Marí Carmen Martín, Provincial de las Hijas de Jesús, a los que vamos a asistir al III Encuentro de Laicos que se va a celebrar en Filipinas. No pudo ser. Y mira por donde Dios hace coincidir la perla de hoy con la bendición. La Madre Cándida se quiere hacer presente y quiere bendecir este viaje, donde casi 200 personas nos vamos a juntar en Quezon City para profundizar en la misión compartida y en el ser Familia Madre Cándida. Laicos e Hijas de Jesús juntos con un mismo sentir. Por eso, desde el corazón, desde lo más profundo de mi ser, agradezco esta bendición para todos los que vamos a viajar desde cualquier parte del mundo. Es una emoción especial que haya coincidido la bendición con las fechas de este viaje, por eso me faltan palabras para agradecer el regalo que, si Dios quiere, vamos a vivir a partir de pasado mañana, 24 de enero.
“Señor, enséñame tus caminos” decía el salmo de ayer, enséñame por donde debo caminar. Jesús caminó por Galilea, y pasando junto al mar, invitó a unos pescadores a seguirle; así debe ser nuestro caminar y nuestra escucha en el camino. Enséñame, Señor, a tener la actitud de los pescadores a los que les pediste que te siguieran para una misión más importante que llenar sus barcas de peces. Pero ¿qué puede ocurrir en el camino? ¿Se puede ser feliz? La siguiente parábola nos puede sacar de dudas:
“Un día decidieron ir a buscar entre las montañas la famosa fuente de la felicidad. El que bebía de ella se sentía plenamente feliz. Estaba lejos y el camino era difícil y empinado, pero ellos eran valientes y aventureros. Andaban, descansaban y pasaban las noches en tiendas de campaña. Estaban muy cansados, el camino transcurría entre zarzas, se caían y se hacían rasguños, pero seguían adelante. Algunos no quisieron seguir, pero los más fuertes habían decidido encontrarla. Llegaron a un camino sin huellas, casi nadie había pasado por allí; aunque dudando y perdiéndose, seguían empeñados en su meta. Por fin ¡la fuente! El agua es fresca, pero es agua como las demás; sin embargo, se sienten felices y comentan: lo que nos da la felicidad es el esfuerzo”
Juan 4,14. Ahí está la respuesta al agua de la fuente de la parábola (que también es importante).
Antonio Grau