Fue un 20 de noviembre de 2008 cuando empecé esta aventura de encontrar las perlas escondidas en las cartas de la Madre Cándida. Y desde aquel día he agradecido mantener este hilo fino y delicado con esas cartas que tanto bien me han hecho y me siguen haciendo. Han sido mis compañeras en compartir alegrías de mi vida, han sido como amigas de camino en momentos donde no entendía nada de los que estaba pasando, han sido importantes para superar dificultades personales, pérdidas incomprensibles, …
Y hoy digo, como la Madre Cándida: Bendito sea Dios. Bendito sea Dios por todo, por darme esta oportunidad de sentarme en el ordenador y orar junto a las palabras escritas o dictadas de la Madre Cándida. Palabras que cobran actualidad cada día y me ayudan a entender mejor mi vida. Ni he sido especialista en estas cartas, ni lo he pretendido. Pero si he descubierto debajo de esas palabras a una mujer valiente, transparente, decidida y confiada. No quiere decir que no tuviese momentos de dudas y errores. Por supuesto. Pero por encima de todo estaba la obra de Dios que le servía como referente en todo. Y eso sirve en 1909 y ahora, con la misma fuerza, aunque las palabras y las expresiones sean distintas.
No me preocupa saber cuántos talentos tengo, como nos contaba Mateo ayer. Me preocupa no ponerlos al servicio de quien me necesita y donde me necesitan. Y desde mi torpeza, algunas veces, en descubrir las personas que necesitan algo de lo que soy, y desde mi torpeza en descubrir no saber estar en los lugares donde debería haber estado, sólo tengo la esperanza de que Dios me entiende, de que aún puedo hacerlo mejor, de que el perdón siga entrando en mi vocabulario y en mis acciones.
Hoy pienso en ese noviembre de 2008 y lo miro de refilón, pues es pasado. Pienso en el hoy, en lo que puedo hacer. Pienso en el futuro, sobre todo, en lo que me espera por hacer a partir del curso que viene y lo miro con esperanza, lo espero con la confianza de que Dios me dará la luz para saber dónde debo estar y la disponibilidad para entregar lo que tengo y lo que soy hasta que me queden fuerzas.
Fue un 20 de noviembre de 2017 donde “la esperanza abre futuro manteniendo al espíritu despierto y ágil para leer los signos de los tiempos… Esperar es dar crédito al universo, dar crédito a la realidad. La esperanza es prima hermana de la confianza. Y, por referirse al ser, y no al tener, la esperanza es misterio”. Gracias Carlos de nuevo por estar ahí con esa claridad que pocos tienen. Y gracias Madre Cándida por ser persona de esperanza y confianza.