Al hilo de la Liturgia Eucarística diaria, me detengo.
Lamentamos que el coronavirus nos haya arramblado bastantes cosas… hasta el rito de la PAZ en la misa, a veces.
Y observo, en mi parroquia, que la gente de misa, de todos los días, aunque el sacerdote omita el rito de exhortacion a intercambiar un signo de PAZ, se vuelve hacia su entorno, saluda, una mirada amable, un levantar la mano, un pequeño gesto… que irradia PAZ.
SHALOM, decía Jesús; que va más allá de PAZ que, en nuestra cultura, podría ser simplemente, antónima de guerra… ¡la que sea!
SHALOM es más que paz: plenitud de los bienes mesiánicos, de gracia y cercanía de Dios. Y fraternidad humana. La que Jesús invoca en su oración referencial: ¡PADRE NUESTRO!
Y la gente sencilla, aunque no lo diga el cura, se arroga el derecho a expresarse y desearse esa PAZ, SHALOM que nos promete Jesús; que ya nos lo dijo que era distinta a la del mundo…
¿Tendremos que recordar a nuestros sacerdotes que, por favor, no nos quiten el rito, y la realidad expresada, de la PAZ?
Pandemia considerada, no hace falta que nos demos la mano…
Basta el corazón que musita y reza y desea cordialmente la PAZ; la que Jesús promete.
PAZ que nos compromete también: a promoverla y lograrla en cualquier situación donde nos encontremos.
Y los gestos, en la misa y en la vida diaria, ¡pueden ser múltiples!
El olivo, símbolo de PAZ, ¡puede ser expresado de tantas y sencillas maneras!
Todavía más: hacer la PAZ nos hace felices. Es una bienaventuranza que Jesús la empalma con: «Serán llamados hijos de Dios».
Que la pandemia no se lleve por delante este más que rito, de la bienaventurada y necesaria PAZ en esta pobre humanidad tan dolorida y quebrantada.
PAZ, SHALOM, en el decir y hacer y promesa de Jesús.
Que la necesitamos de verdad.
Teresa Zugazabeitia FI