Línea E2 de la EMT madrileña: Las Musas-Plaza Felipe II. En la primera parada suben dos ancianos que ocupan unos asientos libres; ella delante, él detrás. Todavía no ha arrancado el autobús cuando él comienza a acariciar el pelo de ella mientras trenza una coleta que habla de mucha vida compartida y sentida. Unas paradas más adelante sube una madre con un bebé en un carrito. Encuentro con otro niño. Ambos se carcajean, las madres comentan, el autobús sonríe. En su ruta el autobús bordea el cementerio de la Almudena. Una mujer se santigua y lanza un beso con disimulo por la ventanilla. Alguien acaba de resucitar. En la parada de O´Donnell sube un hombre con garrota. Un adolescente que parecía sumergido en las redes de su móvil, levanta la cabeza y salta como un resorte. El anciano se sienta apoyándose en el brazo del joven. El trayecto se detiene cerca del Retiro. Familias se bajan para pasear proyectos e ilusiones en común. El E2 llega a su destino y el viajero no sabe si está en la Plaza de Felipe II o en la de la Ternura.
No todo está perdido, solo hay que fijarse en las cosas que no se ven. Como canta Teresa Parodi: “cuanta poesía tiene la vida que no se ve. Cuanto milagro, pan cotidiano, que no se ve. Cuanto se olvida que no se ve. Cuanto se pierde que no se ve”. Miremos.
Rubén del Castillo Redondo
Colegio María Reina – Madrid