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MARÍA DE NAZARET XII

STABAT MATER JUXTA CRUCEM

Ha subido esta vez con Él a Jerusalén.
Intuición de madre.
Cada vez la amenaza de la gente importante se cierne más hostil contra su hijo.
Discusiones y diatribas constantes. Preguntas capciosas para desacreditarle, para hacerle caer.
Van a por Él.
Y es que, además, Jesús lo ha dicho abiertamente: sube a Jerusalén: será entregado; y morirá.

Ella también subirá a Jerusalén.

Discreta siempre.
No la vemos en la Cena PASCUAL
Tampoco en Getsemaní.

Pero no anda lejos.
Se ha enterado de la traición de uno de los suyos: por treinta monedas. Y lo han arrestado.
Mientras oraba en Getsemaní.
El beso traidor de Judas ha sido la señal.
Y… sus discípulos han huido en desbandada.
Pedro, le sigue de lejos. Juan, parece que tiene algún contacto, pero los demás…

Ha estado en vela toda la noche…
Las comparecencias ante el tribunal religioso, Anás y Caifás: lo han condenado por blasfemo.

En el proceso romano, Pilatos lo ha declarado inocente…
A ver qué dice Herodes… pero se burla y se lo devuelve.
Pilatos sigue convencido de su inocencia.
También Herodes, parece.
No obstante ha mandado azotarlo, para complacer al pueblo que sigue gritando, azuzado por escribas y gente hostil a Jesús.

Reitera su inocencia quiere liberarlo poniéndolo en parangón con Barrabás…
Al no conseguirlo y ante la posible enemistad con el César…
Pilatos claudica.
Se lava las manos.
Dice no ser responsable, de esa sangre inocente que va ser derramada.
«lo entrega» para que sea crucificado.

En la vía sacra, Jesús, condenado ya, camino al Calvario… Exhausto, con la cruz a cuestas, se para con unas mujeres que se compadecen de Él.
Entre ellas María. Cerca. En silencio. Guardando en su corazón este dolor que no puede entender…

Lo acompaña hasta el Gólgota.
Quizá Juan quiere ahorrarle el suplicio de la crucifixión… pero el evangelio es decisivo: María está ahí, de pie, junto a la cruz: sufriendo también la pasión de su hijo. En silencio.

Ahí está su hijo. clavado y colgado de la cruz: traicionado, abandonado, condenado, azotado y magullado; coronado de espinas…

Y le oye susurrar el salmo:
«¡Eli, Eli, lama sabachthaní!
¡Dios mío, Dios mío!
¿por qué me has abandonado?»

Siente también Ella ese salmo, como lo siente Jesús.

Escucha cómo perdona disculpando.
«Estarás conmigo…» promete a Dimas.
A Juan, su discípulo íntimo, le entrega como hijo…
Y a nosotros nos deja, a través de Juan, su madre.

Le laceran las burlas y escarnios: » A otros ha salvado… Si eres hijos de Dios, bájate de la cruz…»

«Todo está cumplido»

Hasta que en un esfuerzo supremo pronuncia sus últimas palabras:
«Entre tus manos encomiendo mi espíritu»

Ha inclinado la cabeza y ha entregado su espíritu.

María está ahí.
De pie.
Junto a la cruz.
Crucificada con el Hijo.

«Todo está cumplido», se repite María con inmenso dolor, pero aliviada quizá, en la certeza de que el sufrimiento de su hijo ha terminado.

De pie, agradece a Juan y José de Arimatea cómo lo desclavan.
Cómo lo arropan en una túnica y sudario, según la costumbre judía y cómo lo depositan en un sepulcro nuevo.
Han rodado ya losa del sepulcro.

Acompañada de Juan, tornan a Jerusalén comentando lo sucedido.
El dolor y sufrimiento han mellado su espíritu, que tardará en recuperarse.

Es bueno acompañar a MARÍA en su soledad.

En el hondón de su espíritu, aguarda la promesa…
Pero esa tarde del viernes y la noche y ese sabat quieto, se le están haciendo tan largos…

El Señor sigue estando con ella.
Confiada en El, espera esperanzada.

Teresa Zugazabeitia FI