“Es hora de volver”
Es hora de volver y cerrar lo iniciado. Pero, ¿cómo hacerlo? Es fácil responder a esta pregunta cuando las fuerzas están, pero es muy difícil dar respuesta cuando no encuentras esa fuerza o ese motivo. Y durante ese tiempo, confiar y pedir. Seguir caminando y observar cómo la naturaleza y los amigos te van dando empujones de esperanza, cómo sus palabras y cercanía van acompañando el camino. Así lo he vivido. Y por todo ello, gracias.
Es hora de volver para terminar con la tarea, pero sobre todo para no variar el rumbo, para no dejar en los obstáculos superados la energía y la fuerza. Porque el camino vivido es el que quiero seguir.
Es hora de volver para compartir que, la foto que acompaña estas palabras, es el reflejo de lo vivido. Es una simple flor de alcachofa, si, de alcachofa o “arcasil” como decimos aquí. Y apareció ayer, el día de la M. Cándida, dando un paseo con mi mujer, como muchas tardes. En un bancal apareció y, en otras ocasiones la hubiese visto y hubiese seguido caminando, pero ayer era el momento de parar y acercarse para hacer la foto. Era el día para descubrir que la paciencia de la planta, da ese precioso resultado y era el día para aprender. Pero ayer era el día de volver. Y para volver hay que dar el paso, acercarse y agradecer. Y volver, como dice una amiga, provoca sonrisa, provoca acción de gracias.
Y ayer aprendí que hay que dejar que la planta llegue a sin fin, que los detalles de belleza son las cosas sencillas, como dice la M. Cándida en su consejo 60. Aprendí que hay circunstancia que requieren madurar y que para ver es preciso ir paseando, sin correr, es preciso pararse de vez en cuando y admirar, y escuchar. Comprendo que es difícil cuando el corazón esta agitado por mareas que no puedes controlar, pero en ese momento hay que mirar al cielo, rezar y confiar en ese Padre que nunca nos abandona. Así lo decía la M. Cándida en el 59, “que no perdamos la confianza”.
Es hora de volver a comprender, a recomprender que lo que pensabas que era una tragedia, es una alegría, que es posible recuperar la sonrisa. Que no hay que perder la vista de Dios, consejo 62, y con ese faro las tormentas se superan.
Es hora de volver y acompañar a quien me cuidó desde que nací, a quien pasó muchas noches en vela por mí, que me alimentó y me aseó, que estuvo en vela cuando yo necesité compañía. Es hora de estar ahí.
Porque “ikiru” no es una palabra vacía, es una propuesta de vida, donde Dios nunca falta.
59. Al mismo tiempo que muestran afecto y dulzura a las jóvenes, procurarán que no pierdan la confianza con la maestra Primera, guardándose bien de solicitarla para sí con menoscabo de la Maestra Primera, y sólo cuando estén autorizadas por la Maestra podrán admitirlo en ciertos casos.
60. La sencillez ha de reinar en las lecciones no añadiendo ni quitando [nada] al reglamento, siendo la religión el principal objeto de su plan.
61. No deben familiarizarse demasiado con ellas, conservando con cuidado su dignidad y evitando el que, por su falso espíritu de bondad o humildad, lleguen las niñas a dominarlas y pierdan su autoridad o dignidad.
62. Tengan presentes las Reglas y velen sobre sí mismas reprimiendo toda vivacidad, toda emoción exterior. Cuando fuere menester reprender a las culpables, eviten palabras injuriosas de enojo y desprecio, pues han de tener constantemente a la vista la sencillez, la afabilidad y la mansedumbre de nuestro Dios Jesús.
63. Esta mansedumbre, que es hija de la caridad, debe notarse en toda su conducta, muy particularmente cuando tengan que excusarse o perdonarse mutuamente sus defectos.
64. Evitarán las Maestras entre [sí] y con las personas y la comunidad, el tono imperioso y altivo que se adquiere algunas veces con la costumbre de enseñar, y si alguna tuviera natural inclinación a este defecto, debe alegrarse de ser reprendida.
Estos son los últimos consejos que la M. Cándida escribió. Y este era mi objetivo. Agrupados en este último comentario. Acompañados del evangelio de hoy, donde a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. A cada uno lo suyo. Porque cuando alguien te quiere herir, debemos recordar que nuestro corazón debe estar firme en el Señor, y desde esa firmeza seguimos caminando. Las enfermedades son obstáculos para el camino, pero no para pararnos. Pero eso lleva su tiempo. Por todo ello seguimos en camino y seguimos con eterno agradecimiento.