Ufffff. Cuando he leído la primera frase de este consejo, me he quedado un poco sorprendido. La he vuelto a leer varias veces y seguía igual. Al final, me ha quitado un poco la impresión, el … “que sean convenientes”. Es que eso de las “penitencias públicas” me ha sonado fuera de contexto hoy. Aunque hoy hay muchos servicios a la sociedad que se hacen públicos y son geniales. Bueno, no es esa la cuestión. Lo que ocurre es que, gracias a Dios, la M. Cándida continua con el consejo y, cuando se lee el conjunto, es cuando se entiende bien. Esto también ocurre hoy y mucho. Nos quedamos con la frase y olvidamos el conjunto. Nos quedamos con la acción aislada y olvidamos la vida entera.
Dice la M. Cándida que hay que tener presente el bien general de las niñas. Qué importante es saber el motivo de nuestra acción, el porqué de lo que hacemos, levantar la mirada y que la visera no nos impida ver el paisaje que rodea cualquier acción. El bien general siempre ayuda en la toma de decisiones. Si a esta visión añadimos la prudencia que aconseja la M. Cándida, lo más probable es que acertemos más en las decisiones que la vida nos presenta para resolver. Cuando tienes que tomar una decisión que irremediablemente al tomarla, te aleja de uno y te acerca a otro, hay que tener un tiempo de reflexión, de serenidad, de claridad. A todos nos ha pasado esta situación alguna vez. En estos casos, siempre buscar la verdad, siempre valorar el camino recorrido y siempre ser prudente. Pero, una vez hecho el proceso y tomada la decisión, hay que tener firmeza para afrontar la decisión y las consecuencias. Esta firmeza, que no debe dejar de ser firmeza, se inclinará más al respeto y a la dulzura, que al desprestigio y a la severidad, por muy difícil que sea.
El salmo de ayer se une como luz al párrafo anterior:
“El justo brilla en las tinieblas como una luz”
Pero si hay luz en el salmo, el evangelio breve de Mateo nos abre las ventanas y puertas y nos trae un torrente de luz y claridad sobre quiénes somos y qué debemos ser. Hoy, como ayer, 1871 como 2020, con 18 años como con 78. Sal y luz. Al leer el evangelio, como automáticamente, me ha llevado mi cabeza y mi corazón a una canción que tiene algo especial. La canción es de Ixcis y se llama «Sal y luz». Os animo a buscarla y a escucharla, os invito a dejar un tiempo de oración breve y volver a ponerla y dejar que Dios susurre a nuestro corazón lo que Él quiera. Y os pido que no hagamos oídos sordos a lo sentido. Sin miedo, con confianza. Porque Dios no se cansa de susurrar. Me anima ver cómo susurra a matrimonios para que compartan su vida con otros jóvenes que se preparan para contraer ese matrimonio cristiano.
El amor, y no el temor, hace transformar a las personas. El amor, y no el temor, cala de forma que dura eternamente. Este es el mensaje que está debajo de cualquier consejo que la M. Cándida escribió o transformó.
“Quizá sea este un momento especialmente significativo para todo el Instituto, un momento vivido en la alegría de una experiencia inmensamente rica. De cara a un Dios, que nos habla no solo por la Palabra de la revelación, sino también por la revelación de la vida. De cara a un Dios, que anuncia su mensaje a los hombres y los interpela por la voz de sus profetas y por los hechos de sus vidas, transformados en signos de revelación” (Otros escritos)
Seamos sal y luz, sencillos y potentes, invitados y transformadores.