La Semana Santa comienza con la liturgia de la bendición de los ramos. Recordamos la entrada de Jesús en Jerusalén. El clima de aquella entrada era de alegría y esperanza.

La Cuaresma nos ha servido de preparación para celebrar con sentido y hondura la Pascua del Señor. Todo adquiere una nueva luz en la muerte y resurrección de Jesús. Hoy nos sentimos un ciudadano más de Jerusalén. Con sorpresa presenciamos la llegada de Jesús, aclamado como Mesías, a la cuidad. Los habitantes de Jerusalén salieron de sus casas, alabando a Dios que lo sentían presente en Jesús.

Nosotros también deseamos esa cercanía, la presencia de Jesús en nuestra vida, en el quehacer diario, en el que a veces nos sentimos alejándonos de Dios.

En esta entrada a Jerusalén lo vemos entrando con humildad en un pollino. Dios elige caminos que nos desconciertan y nos llevan a salir de la lógica humana.

Lo que vos queráis, Señor,

sea lo que vos queráis.

Si queréis que, entre las rosas ría

hacia los matinales resplandores de la aurora,

sea lo que vos queráis.

Si queréis que entre los cardos sangre,

hacia las insondables sombras de la noche eterna,

sea lo que vos queráis.

Gracias si queréis que mire,

gracias si queréis cegarme,

gracias por todo y por nada.

Lo que vos queráis, Señor,

sea lo que vos queráis.

Juan Ramón Jiménez