¡Cuánta gente se encuentra vacía!
Llegar a sentirse así no es algo que sucede de la noche a la mañana. No, el vacío se va gestando poco a poco, a ritmo lento y en muchas ocasiones, de un modo imperceptible. Eso sí, parece que llega un día donde de repente, se agolpa la desesperanza, la soledad, la tristeza, el miedo. Llega el aislamiento, el sinsentido de la vida llega para quedarse.
Creo firmemente que los seres humanos, por naturaleza, orientamos nuestras decisiones hacia lo que consideramos que nos hace felices.
En nuestra sociedad nos encontramos con muchas ofertas de felicidad. Entre ellas, entrar de lleno dinámica de consumo. Está claro que elegir este camino no colma el vacío y hace aumentar la ansiedad. ¡Cuánta gente desesperanzada, desencantada!
Jesús de Nazaret puede darnos pistas para encontrar la verdadera felicidad. Y tiene que ver con vaciarse. Él hizo el camino de descubrir cuál era su lugar en el mundo y a qué estaba llamado. Él partió de la experiencia de saberse Hijo amado y sintió el envío de ser Buena Noticia. Tomó decisiones como no mirar a otro lado en las realidades sufrientes. Hizo suyos los problemas de la gente. Se sentía especialmente feliz cuando sanaba, alentaba, ayudaba a restituir la dignidad a las personas. Él se vació “amando hasta el extremo” y lo ganó todo con su Resurrección. Desde entonces sabemos que la muerte no tiene la última palabra. Triunfa la Vida, el Amor.
Pero Jesús, para llegar a ello, no lo tuvo nada fácil. Luchó a contracorriente en su sociedad. A algunos les incomodaba su manera de ser, estar y actuar.
Si queremos ganarlo todo, preguntémosle a Jesús qué quiso decir con esto de que: “La vida no me la quitan, la entrego”.
Pakea Murua FI