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PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 393

Carta nº 393     octubre 1910

“Dios nuestro Señor nunca abandona a los suyos; y, estando bien, con cualquier cosa se pasa bien”

La perla de este lunes va íntimamente unida a la del lunes pasado. Sigue hablando la Madre Cándida de confianza en Dios, de ponerse en sus manos y descubrir en tus carnes que nunca nos abandona. Me da la impresión de que aquel octubre de 1910 fue un mes especial para la Madre Cándida, un mes de confiar todos sus proyectos y toda su vida en las manos de quien siempre se había fiado. Fue un mes intenso de cartas y de sentimientos. Por todo ello, y relacionando las dos perlas, me vuelvo a preguntar, me vuelvo a hacer una reflexión convertida en respuesta por la Madre Cándida: ¿Qué necesito para vivir?

La Madre Cándida responde que estando bien, con cualquier cosa se pasa bien. Quizá la clave está en descubrir el significado de la sencilla expresión “estando bien”. Y creo que es verdad. Cuando estoy bien, poco me importan muchas cosas que se vuelven imprescindibles cuando no estoy bien. Cuántas veces hemos dicho algo parecido. Cuántas veces, con muy poco, hemos estado genial, felices. Incluso estos comentarios los recuerdo durante algún viaje a lugares sencillos (daba igual el destino). Hemos descubierto en ese viaje que tenemos demasiadas cuerdas innecesarias que nos atan y que en ellas nos movemos. Y hoy escucho otras voces, otras ideas, otros pensamientos y veo que lo que me falta son otras acciones, otros giros, otras decisiones.

Sentirse arropado por Dios, que nunca nos abandona, es algo grande, pero experimentarlo en tu vida es algo inenarrable. Ese es el Dios que engancha, ese es el Padre que invita y convoca a ser feliz, y a ese es al que algunas veces le doy la espalda o lo miro de lejos cuando me enredo con tantas cosas. Ufffff, esto se complica, ¿por dónde empiezo? De verdad, no sé por dónde empezar, y esto me dice que estoy en un terreno importante, delicado, fundamental. De nuevo el evangelio se convierte en faro, Juan, ayer (Jn 3, 14-21) me hablaba de luz y de verdad, y eso es lo que necesito. Pero tengo la fe como herramienta para descubrir que Dios nunca me abandona, para saber que Él nos salvó y ahora tengo que vivir seguro de esto e intentando que esa luz sea de verdad.

La oscuridad también forma parte de nuestra vida, pero no es el fin, no es el estado en que debemos estar. Es algo real que al existir nos reta a salir, a ser, a confiar en quien es la luz del mundo.

Nos queda un poco hasta el 25 de marzo. ¡Ánimo y buena Cuaresma!

Antonio Grau

Murcia

Lee aquí la carta número 393 de Madre Cándida