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PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 386

Carta nº 386     Marzo 1910

“… que lo reciba como una prueba de amor de nuestro Padre Jesús”

            ¿Qué es una prueba de amor de Dios Padre? ¿Qué es una prueba de amor de un padre? Yo creo que la Madre Cándida algo sabía de esto, pues así lo expresa a una hermana ante situaciones difíciles que la vida pone en el camino. Recibir el sufrimiento como una prueba de amor no es algo que se entiende a la primera, y menos en los tiempos de nuestro siglo, donde parece que sólo damos gracias cuando el viento sopla a nuestro favor y sopla fuerte; ahí somos buenos. Pero cuando las cosas soplan de lado o de frente es cuando tienes que leer y entender el porqué de todo lo que está pasando, el porqué de esa situación. Por eso no se entiende a la primera.

            Hoy la Madre Cándida nos acerca a momentos difíciles y nos pide que recibamos las situaciones de dolor, no exentas de lágrimas, como una prueba del amor que Dios nos tiene. Recuerdo cuando mi hijo Samuel jugaba al fútbol (y fueron muchos años, muchos partidos), y recuerdo cuando le hacían una falta y salía por los aires y lloraba al caer por el dolor de una entrada, o la impotencia de perder un partido importante, y desde la grada o desde cualquier rincón sólo podía estar ahí, sólo podía entender que mi hijo sabía que yo estaba ahí, pero que, el que tenía que levantarse, secar las lágrimas y seguir jugando, era él, él era él que tenía que hacerlo pero sabiendo que yo estaba cerca. Una prueba de amor de un padre es estar cerca. Una prueba de amor de nuestro Padre Jesús es saber que ocurra lo que ocurra, Él está cerca.

            Y ahora viene lo difícil, lo realmente complicado: cómo se descubre esto, cómo eres capaz de descubrir que Dios está cerca ante situaciones difíciles y complicadas. Y, sobre todo, cómo reaccionamos en estos momentos. Gracias a Dios tengo algunos momentos donde he podido vivir esto que estoy escribiendo, igual que tengo en mi vida otros donde he estado bastante ciego. Pero me quedo con aquellos donde al recordarlos descubro que Dios, a través de personas cercanas, estuvo cerca, muy cerca, incluso estuvo casi susurrando al oído palabras de ánimo y aliento.

            Alguna vez he oído que Dios nos manda pruebas. Yo creo que las únicas pruebas que Dios puede mandar, si las manda, son las de amor, aquellas donde se puede palpar la ternura, la escucha, la cercanía, la sencillez, la alegría, el consuelo, la compañía, el cariño, el encuentro, el abrazo. Y creo también que el evangelio está lleno de esas pruebas de amor ( una muestra la encontramos en el evangelio del viernes pasado Mc,2,1-12) sólo hay que recordar algún momento del acompañamiento de Jesús a las personas que sufrían, y descubrir que cuando Dios se acerca y le abrimos la puerta, algo nuevo surge.

            No le tengo miedo al sufrimiento, pero si llega, tengo la mejor compañía para llevarlo, tengo el mejor médico y la mejor receta. Sólo pido que no me ciegue nada y que pueda decir con una sonrisa, que Dios nunca nos abandona, nunca nos deja solos.

Antonio Grau

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