Si ha empezado a leer este texto, quizá lo haya hecho movido por la curiosidad de saber qué es eso de la misión compartida, muy en boga en los últimos años. O se acerque porque comparte el carisma de un instituto religioso y quiere saber cómo profundizar en él. O porque lleva años poniéndola en práctica en una familia carismática y ya está familiarizado con ella, es decir, forma parte de su vida. Si hubiera que resumir en pocas palabras lo que significa misión compartida podría decirse que es una realidad que se da fundamentalmente en el seno de congregaciones en las que religiosos y laicos trabajan juntos bajo el mismo carisma. En España, en los últimos años, de la mano de CONFER y la coordinación de su antiguo presidente el jesuita Elías Royón, que lanzó esta propuesta, se viene apostando fuerte por esta realidad que no hace sino cumplir el mandato del Concilio Vaticano II sobre el papel del laicado.
Royón, hoy vicario episcopal para la Vida Consagrada del Arzobispado de Madrid, explica que en nuestro país son ya numerosas las familias carismáticas que tiene un largo camino recorrido, «que comparten carisma, espiritualidad, gestión, responsabilidad, toma de decisiones… En definitiva, misión».
Compartir misión y techo
Un ejemplo de ello son los escolapios, concretamente de la provincia de Betania, que ocupa el territorio que recorre la diagonal desde La Coruña hasta Alicante. Casi en el ecuador de esta línea imaginaria se encuentra Salamanca y allí está Santiago Casanova, laico, casado y con tres hijos. Él, Esther y sus retoños dejaron en agosto de 2015 su vida en Madrid para vivir en comunidad con otros cinco religiosos en el colegio de la capital salmantina; una experiencia pionera que surgió del capítulo que la congregación celebró aquel año. Aunque religiosos y familia tienen sus espacios bien delimitados, pues cada uno tiene sus propias dinámicas, comparten comidas, cenas, oración, Misas, ocio… «La experiencia acaba de nacer –explica Casanova, que renunció a su trabajo en una multinacional para dedicarse a su vocación como laico calasancio– y hay que hacer un camino. Lo vivido hasta ahora tiene que ver con unos laicos que llegan a una comunidad de religiosos que tienen sus horarios, costumbres… Creo que hay que construir algo nuevo, pues la dinámica familiar requiere otras cosas. Es un camino que hay que recorrer con paciencia y nadie lo ha hecho hasta ahora». Para Casanova, vivir la misión a la que uno se siente llamado de esta manera es un privilegio: «Es más intensa, se lleva en comunidad, se comparte, se habla…».