Otoño primaveral
11 noviembre, 2022
El verbo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros
20 diciembre, 2022

Y sigue de mochilas…

¡Y sigue de mochilas!
Porque el artículo anterior nos hacía reflexionar sobre la juventud, manos libres para comerse el mundo… También llegábamos a la «mochila vital» que todos cargamos y configura nuestra vida actual: el «background» que dicen los ingleses.

Pero me faltaba la mejor: la mochila feliz.

Sí. La que alberga al bebé adosado estrechamente a un padre, muy joven, corazón a corazón. Esta mochila va por delante; no reposa en la espalda. Tienen que verse las caras…

En la palestra del tren de cercanías.
Joven fornido, con la piernas bastante espatarradas; mano izquierda agarrando la barra de seguridad de arriba, para dominar el equilibrio.
Y así, en balanceo seguro, dispone de la mano derecha para hacer carantoñas, requiebros y arrechuchos que hacen sonreír al bebé que ya apunta algún diente…
Y qué interacción se origina…
Las piernecitas del bebé retozan y parecen querer escaparse de la mochila; mientras que sus manos, bastante tienen con la barba del aitá que se deja hacer…
Absortos el uno en el otro, al margen de todo jaleo que los rodea.
Un diálogo encriptado, que solo ellos se entienden, escapa a la menor lingüística y es de alcance internacional… En todas las latitudes el mismo lenguaje.
También contacto epidérmico: el dedo del padre se desliza suave desde la frente del bebé, recorre cual terciopelo la naricita hasta llegar a los labios, que se abren presurosos pensando quizá engullir algo… hasta llegar a la barbilla del bebé.
Y una y otra vez con requiebros guturales en ambas gargantas y sonrisas desplegadas en cariño y felicidad.
¿Hay algo más bonito que esta mochila feliz?

¡Y oportuno!
Para, ayudarnos, a VIVIR LA NAVIDAD, la de BELÉN.
La de aquel carpintero que con inmenso amor y estupor reverencial también mecía aquel bebé entre sus recios brazos, acostumbrados a la madera, mientras su madre disponía las cosas del comer.

¡Bendita mochila feliz!
La de aquellos fuertes brazos que balancearon y durmieron al NIÑO DIOS.

Mientras que voces siderales entonaban:
¡¡¡GLORIA A DIOS EN EL CIELO!!!
¡¡¡Y PAZ EN LA TIERRA A LOS HOMBRES QUE AMA EL SEÑOR!!!

¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!
¡¡¡LA DE BELÉN!!!

Teresa Zugazabeitia FI