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WhatsApp, te odio y te quiero…

Hace unas semanas, dejo de funcionar por unas horas WhatsApp. La crisis por su ausencia comenzó a expresarse en otras redes sociales. Sin embargo, yo experimenté una alegría interior, me quitó una especie de carga de la que no me había percatado antes con tanta claridad.

Sí, no me gusta WhatsApp, es más, sufro un poco esta red. Sin duda esta plataforma de comunicación en sí no es buena o mala, no es la responsable con su existencia de mi incomodidad; es cómo nos hemos relacionado con ella y su impacto lo que me molesta.

¿Por qué me molesta WhatsApp?

  1. ¡No me llaman por teléfono! Hace tiempo que la comunicación se ha tornado “escrita”, un “emoticón”, una serie de palabras ha sustituido la alegría (o incomodidad) de escuchar una voz. La voz humana, su timbre, el tono, los acentos, no pueden ser remplazados con sólo texto.
  2. “Alguien” ha determinado que es menos molesto tratar los asuntos por escrito que de viva voz. ¡No!, yo prefiero que en una llamada resolvamos de una vez el tema. No me gusta la idea de ir resolviendo un asunto a pedazos de conversación escrita. La llamada por voz resuelve, objetiva, no da lugar a dudas, es efectiva y rápida.
  3. “-Hola, cómo estas?” ¡Por favor! Voz a Voz, cara a cara. ¿Podemos realmente en esta red preguntar por el estado de la otra persona?. Pensemos en la comunicación por carta, no envías un texto para decir: ¿Cómo estás? y te quedas esperando respuesta. Es educado presentar un saludo: “¡Hola! Espero que estés bien” y luego ir al grano; a menos que mi relación con mi interlocutor implique un nivel de relación necesario para indagar sobre su estado.

Continúa leyendo el artículo de Hernán Quezada en entreParéntesis