Hace varios días celebrábamos la PRESENTACIÓN DE MARÍA EN EL TEMPLO
«LA NIÑA MARÍA», para las que fuimos colegialas de las Hijas de Jesús.
María, “estrella de nuestros caminos”, para muchas Hijas de Jesús, veteranas ya, en su primera andadura en la vida religiosa.
Era el tiempo del “amor primero” porque, “alcanzadas por Cristo Jesús” como Pablo y “seducidas” como aquel joven profeta Jeremías, era fecha de entrada en el Postulantado.
Paso audaz, el primero, para seguir a Jesús: «contigo y como Tú» sentido en aquellos EJERCICIOS que hacíamos en el colegio.
Entonces suponía un fuerte arrancón familiar: eran tiempos distintos.
Pero la fuerza e ilusión del “amor primero” vencía toda dificultad.
Unas «llamadas», en plural, nutrían los Noviciados de Salamanca y Tolosa. Más tarde el de Granada.
Eran «tandas» más o menos numerosas lo que se esperaba.
El 21 de Noviembre, para hacer coincidir los Primeros Votos con el 31 de Mayo, «dies natalis» de nuestra M. Fundadora y fiesta de la VIRGEN DEL AMOR HERMOSO.
La otra fecha, el 2 de Junio, para terminar el Noviciado el día de la INMACULADA.
Las fiestas marianas pautaban nuestro ritmo.
Tenía mucha fuerza «la tanda». Primer conato de vivir en comunidad.
Las «llamadas» germinaban, generalmente en familias cristianas que confiaban la educación de sus hijas a nuestros colegios. La devoción a la Virgen, tan presente en la vida colegial, originó una cuestación popular que consiguió una talla policromada, realizada por el mismo escultor de la Virgen de Berrospe. La M. Natividad Marturet, primera Superiora de Bilbao, fue con dos colegialas a Madrid a encargarla. Relación estrecha entre colegialas y religiosas.
Vivíamos un espíritu misionero importante: siete «Hijas de Jesús» partieron a misiones del colegio de Zabálburu. Un partir sin retorno. Era barrenar las naves. Casi seguro que ninguna de las que partieron volvió.“Si el grano de trigo no muere…» Una entrega heroica que admirábamos.
Les imponían el crucifijo misionero: “La mies mucha… los obreros pocos” y partían para siempre.
Seguíamos con avidez, de cerca, sus avatares misioneros en ECOS DE MI COLEGIO: la obra indígena de las Vírgenes Presentandinas, la Escuela Internacional de aprendizaje del idioma para misioneros, aquellos colegios y familias que guardaron el rescoldo de la fe, los dispensarios hasta cuidar leprosos, los orfanatos… Con qué brío cantábamos el himno de San Francisco Javier. “Mirad la bandera que eleva en España, Javier que a las Indias a Cristo acompaña…”
Y así lo vivíamos las colegialas, como “cosa nostra”. Tanto que entre los cursos diversos de Bachillerato había verdadera competición para lograr el mayor recurso financiero para las misiones. La imaginación se disparaba: llevábamos de casa al colegio productos alimenticios (eran tiempos de posguerra) que la H. Caya Apesteguía transformaba en pastas y golosinas que comprábamos después y consumíamos en la comedia-teatro que cada domingo interpretaba un curso. El precio de la entrada también engrosaba el pequeño capital que el curso ofrecía a la causa… Y pasábamos la tarde del domingo en el colegio con aquella comunidad jesuitina… Pastoral Vocacional, aunque no tenía ese nombre.
Sí. Me he extendido. Era el «humus» de nuestros colegios; brotaban vocaciones.
Y podía haber fechas seguras para acoger «las tandas» en los Noviciados que hicieron posible la eclosión y extensión congregacional.
El mundo se había quedado pequeño… como sentía la M. Cándida.
Y la Congregación pudo hacer: velas al mar para evangelizar.
21 de Noviembre, La Virgen Niña, entrada de Postulantes,
Efemérides de nuestra pequeña historia familiar.
Teresa Zugazabeitia F.I.
Bilbao, 22 Noviembre 2019