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¡Va de mochilas!

Ya son las 8:30 pasadas….
Por la calle, aprisa, casi corriendo para no llegar tarde al cole, una mujer joven y sus dos retoños, me parece, agarrados a su mano.
La niña ya alcanzará los cinco años. El chaval puede que 12 o 13 años.
Los dos con sus flamantes y recién estrenadas mochilas escolares.
La de la niña, rosa; con dibujos de flores. Seguramente no guarda más que sus preciosas pinturas de cera, plastilina…y quizá algún osito peluche u otro juguete. Y el bocata del recreo.
La mochila del chaval es un poco más grande. De tela recia y color verde parduzco.
Intuyo que llevará libros, estará ya en la ESO; y también la tablet como elemento indispensable de proceso escolar en algunos centros.

En la plataforma de Cercanías puedes encontrarte de todo: bicis, skates, patinetes eléctricos y… por supuesto: mochilas.
Fornidos chavales… como caracoles: con la casa al hombro. Apunta por un extremo el saco de dormir; innumerables bolsillos para colocar diversidad de cosas como si fuera una quincallería… Hasta un artilugio que adosa a la mochila la tabla de surf… ¡Y todo ello soportado en las espaldas!
Ni camping, ni caravana.
Con la mochila al hombro, se las apañan para recorrer el mundo.
Ímpetu vital, brío joven; ligeros de equipaje, pero todo lo mínimo necesario para sobrevivir en cualquier circunstancia y país donde caigan. No hay fronteras.
El móvil, a mano; ¡siempre!
Si son chicas, también llevan mochila, pero algunas a guisa de bolso; son ambivalentes y no suelen pesar tanto.
Las maletas han quedado ya para trenes de larga distancia.
En Cercanías, mochila al hombro, manos libres… y a correr.

Sigo sentada en el tren, gente tan diversa…
Y cada persona con su «mochila vital».
Todos llevamos nuestra mochila vital.
Los distintos bolsillos en que se colocaron nuestras ilusiones, anhelos, aquella amistad especial, temores, éxitos y fracasos, aquel encuentro tan gratificante, disgustos, desengaños, rencores, encuentros y reconciliaciones, aquel viaje inolvidable, promesas, hitos conseguidos, situaciones felices, personas gratas o incordiantes…
Como capas, una sobre otra, se han amontonado en mi mochila y se han ido estratificando sólidamente y ahí están: roca firme que configura a la persona como es y como está.
A veces brota como lava de volcán sin permiso consciente, para bien… o no tanto.
Habrá que pararse. Chequearse. Comprender y tolerar en los demás también, esas mochilas que no palpamos pero que emergen inesperadamente, a veces sin permiso.
Y reconciliarnos con el pasado turbio que nos dañó.
Para poder florecer en un presente feliz, que será el mejor anclaje y cimiento de un futuro, también feliz, para sí y para el entorno que nos acompañe.
Atención pues a nuestra mochila vital.
No descuidarse.

Teresa Zugazabeitia FI