Es Navidad. Y huele a mazapán, a fiesta, a felicidad envuelta en papel de celofán… y también huele a familia, a amistad, a fraternidad, a deseo de paz…y huele a lotería, a deseos cumplidos o por cumplir, a intentos de reconciliación y a encuentro…
Es Navidad. Y me da en la nariz que si nos quedamos con esos olores, no captamos la esencia… los aceites esenciales que dan aroma a nuestro corazón… porque lo original, lo carismático, lo auténtico de la Navidad es que el mismo Dios nace en un establo… ¿has entrado alguna vez a uno? no hace falta ni entrar para que llegue el olor… ¿verdad? Pues ahí, entre ese olor… nace Dios…
Nace entre nuestros malos olores… para llenarnos de su aroma.
Nace entre nuestras podredumbres… para enriquecer nuestro ser.
Nace entre nuestras heridas mal curadas… para sanar nuestro mal.
Nace donde no queremos… para encontrarlo en cada lugar.
Y con su nacimiento todo huele mejor, porque huele a niño, a frescura, a cuidado, a novedad, a curación, a ternura, a delicadeza, a inocencia, a humildad… Y huele a sorpresa, a milagro, a humanidad, a Reino, a plenitud… a Vida…
Y huele a casa que acoge, a mesa compartida, a noche esperanzada, a abrazo curativo, a villancico que sale del alma, a camino acompañado, a corazón acompasado…
Y huele a ti y a mí… y a él… y a ellos…
Huele a Humanidad divina… huele a Dios hecho humanidad…
Beatriz Neff