El próximo domingo 22 de abril en la iglesia celebraremos la jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y la Jornada de vocaciones Nativas . El lema es, “Tienes una llamada”. Organizan la Conferencia Episcopal Española (CEE), a través de la Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades, la Conferencia Española de Religiosos (CONFER) y Obras Misionales Pontificias Pontificias (OMP).
El objetivo de esta jornada es visibilizar la llamada vocacional y sensibilizar a la sociedad sobre la importancia de colaborar con la oración y la aportación económica con todas las vocaciones del mundo. En esta ocasión, cuando se habla de oración por las vocaciones, se trata de vocaciones de especial consagración, a la vida sacerdotal y la vida religiosa.
Hoy quiero compartir una breve reflexión:
En nuestro contexto de España es evidente que pocos cristianos se plantean la vocación religiosa y sacerdotal como horizonte de vida.
Hace ya más de 24 años que pertenezco a la familia religiosa de las Hijas de Jesús. De entonces recuerdo que, cuando comencé a decir que entraba en la Congregación, viví diversas reacciones de gente querida y conocida que me sorprendieron bastante. Curiosamente, en contraste con algunos amigos increyentes (que me expresaban su alegría por mi alegría), muchos de los que consideraba cristianos eran contrarios a esta opción de vida y se disgustaron por el paso que iba a dar. (Me dijeron cosas como: que me habían engañado, que estaba loca, que para hacer las cosas que se hacen en la Congregación se podían hacer «fuera», etc… ).
Hace tiempo, en un artículo de Marc Vilarassau sj leía: «En nuestras comunidades cristianas, muy pocos parecen plantearse la vocación religiosa y sacerdotal como horizonte vital posible. Pero es que muy pocos se plantean la vocación matrimonial y familiar también como llamada de Dios, como concreción de la misión de anunciar el Reino de Dios. »
Creo que estamos muy necesitados de ahondar qué significa y comprende la palabra vocación. Hace ya más de una década que hablamos de fomentar una cultura vocacional pero, tengo la impresión de que todavía nos queda mucho por recorrer.
Dicho esto, como mujer consagrada, quiero traer unas palabras que entonces me cuestionaron con fuerza y que actualmente sigo reflexionando. Son las palabras que dijo el papa Francisco en la Eucaristía de 2 de febrero de 2017, día de la vida Consagrada:
«…una tentación que puede hacer estéril nuestra vida consagrada: la tentación de la supervivencia. Un mal que puede instalarse poco a poco en nuestro interior, en el seno de nuestras comunidades. La actitud de supervivencia nos vuelve reaccionarios, miedosos, nos va encerrando lenta y silenciosamente en nuestras casas y en nuestros esquemas. Nos proyecta hacia atrás, hacia las gestas gloriosas -pero pasadas- que, lejos de despertar la creatividad profética nacida de los sueños de nuestros fundadores, busca atajos para evadir los desafíos que hoy golpean nuestras puertas.
La psicología de la supervivencia le roba fuerza a nuestros carismas porque nos lleva a domesticarlos, hacerlos «accesibles a la mano» pero privándolos de aquella fuerza creativa que inauguraron; nos hace querer proteger espacios, edificios o estructuras más que posibilitar nuevos procesos. La tentación de supervivencia nos hace olvidar la gracia, nos convierte en profesionales de lo sagrado pero no padres, madres o hermanos de la esperanza que hemos sido llamados a profetizar.
Ese ambiente de supervivencia seca el corazón de nuestros ancianos privándolos de la capacidad de soñar y, de esta manera, esteriliza la profecía que los más jóvenes están llamados a anunciar y realizar. En pocas palabras, la tentación de la supervivencia transforma en peligro, en amenaza, en tragedia, lo que el Señor nos presenta como una oportunidad para la misión. Esta actitud no es exclusiva de la vida consagrada, pero de forma particular somos invitados a cuidar de no caer en ella.»
Una clave interesante para no caer en ello es la invitación que se nos hace de cara a la preparación de la próxima Congregación General. Todo un reto para mí: