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Saltar y soñar

La escena no es muy graciosa, pero siempre sale cuando nos reunimos mi familia y unos vecinos del barrio donde vivíamos antes. De pequeño yo solía entrar en casa de estos vecinos y me iba directo a la despensa, lanzado, y allí me encontraban, agarrado al jamón. Era demasiado pequeño para llegar a aquel trofeo, así que me tenía que colgar, literalmente, del jamón. Lo peor no es que pasase, era un crío, sino que me lo recuerdan cada vez que nos encontramos: ¡y estabas colgado del jamón!

Los sueños, los deseos, tienen algo parecido a esta escena. Hay un momento en el que para alcanzarlos tienes que saltar, tienes que separarte del suelo para poder llegar a ellos. Ese instante, o ese tiempo, te produce vértigo, te puede paralizar el miedo o sencillamente el deseo puede que no tenga tanta fuerza como para saltar y correr el riesgo de fracasar, de darte un buen golpe. Pero si no saltas, nunca lo alcanzarás.

El suelo son nuestras seguridades, lo conocido, lo que ya tenemos.

Continúa leyendo el artículo de José Ignacio García Jiménez sj en PastoralSJ