«Podemos cambiar el mundo: el nuestro y el de tantos que viven estos días la tensión, la tristeza, la desesperanza», es la reflexión de nuestro colaborador Pablo Martín para la edición de nuestro capítulo número 16 de esta semana. Dale play y conecta en nuestros canales de IVOOX y Spotify.
Texto
«La primera de las invitaciones cuando nos ha tocado quedarnos en casa ha sido la de pasar al desierto. Y de algún modo sigue siendo así. Ya llevamos casi dos semanas de cuarentena y, francamente, tiene pinta de ir para largo. Nos toca armarnos de paciencia y de fortaleza, con la esperanza de que esto pase cuanto antes.
Quedarse en casa supone no solo un parón en el ritmo normal de nuestras actividades. También implica para la mayoría de nosotros, una convivencia mucho más estrecha con nuestra familia, nuestros compañeros de piso, o nuestra comunidad. Y eso tiene una parte de alegría fraterna, pero también puede suponer una mayor oportunidad para los roces de la convivencia.
El desierto hay que pasarlo, eso es innegable, pero hay que dotarlo de sentido. El desierto solo es un mal rato si no nos da alas.
Hay que entrar al silencio, al desierto pleno, a la soledad. Pero solo un momento. Para poder salir de él con más sed y más hambre. Para que otros puedan comer y beber. Para que nuestra mirada, que ha ganado profundidad entre las dunas, refleje más cariño y más ternura. Atentos a las necesidades de quienes tenemos cerca con la mayor de las delicadezas.
Nunca antes hemos tenido más a mano cambiar el mundo. Y una parte buena de estos días es que podemos hacerlo sin salir de casa. Basta un favor, una cesión o una concesión, una llamada o un mensaje de cariño. Podemos cambiar el mundo: el nuestro y el de tantos que viven estos días la tensión, la tristeza, la desesperanza.
Hay camino. Nunca fue tanta la Cuaresma. Nunca será tanta la Resurrección.»
Pablo Martín