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Sábado Santo: día de desierto

Hoy sábado es un día sin liturgia, no hay lecturas, no hay evangelio del día, es un día vacío, es un día de “desierto”.

Jesús murió ayer en la cruz como consecuencia de su vida comprometida con los pobres y con el anuncio de la Buena Nueva.

Hoy es un día para sentir, para sentir profunda e internamente cómo ese Dios bueno se ha entregado y rendido, se ha dejado matar y cómo deja padecer a la humanidad tan cruelmente , cuando podría haberlo hecho distinto. Es un día para sentir “cómo la divinidad se esconde” (Ejercicios Espirituales 196)

Hoy es un día donde la tentación nos pide pasar página rápido, pasar de puntillas por todo este vacío porque nos sabemos el final gozoso.

Yo os invito a pasar despacio, a meternos hasta dentro en esta sensación profunda, a vivirla y soportarla de forma intensa e interna. Hoy os invito a estar con el dolor, a estar con el vacío, a estar con el fracaso, a estar con nuestra impotencia, con nuestra vulnerabilidad. A estar sin querer salir rápido. Simplemente a estar.

Quizás podamos estar con otras personas, como los discípulos de Emaús, compartiendo nuestra emoción de sábado santo, de vacío y desierto.

 

¿Qué quieres hoy de nosotros?

¿Qué nos pides que se transforme en nuestro interior para que este vacío y este desierto nos cambie de verdad ?

¿Hasta dónde tenemos que descender a nuestra miseria, vulnerabilidad, pequeñez, para ser capaces de esperar contra toda falta de esperanza?

Estemos hoy en esta emoción, sin prisas, a fuego lento, sin adelantarnos, simplemente estemos…

Ya habrá tiempo de salir y anunciar la Buena Nueva, pero más adelante, solo después de haber pasado con profundidad por este sábado estéril.

Íñigo García de Amezaga

Madrid