“Si retomo el camino
donde ayer perdí las fuerzas
veo una mañana nueva
y más cerca mi destino.
Y es que hoy más que nunca,
me siento en tus manos.
No es por algo que yo haga,
pero me siento en tus manos”
Esta es una pequeña parte de una preciosa y gran canción que alguien que me conoce me envió hace unos días. Gracias amiga por enviarla y gracias a Elena López por esa preciosa voz y ese profundo mensaje. Os animo a buscarla y disfrutarla. Se titula: “En tus manos” (pincha aquí para escucharla)
Sentirnos en las manos de Dios es tener la fuerza suficiente para seguir caminando cuando parece que no hay razones. Sentirse en las manos de Dios es confiar, como lo hacía la Madre Cándida, en que, a pesar de no tener noticias de sus Hijas enviadas a Brasil, se acogía a Dios y a la oración para seguir adelante. Y ella sabía que todo sería para mayor gloria de Dios. Era su motor para seguir caminando día a día y afrontar los grandes retos y también los pequeños problemas. Siempre desde esa confianza en que todo se arreglará.
Sentirnos en las manos de Dios es … (¿te atreves a acabar la frase?) Si has respondido que sí, ahora hay otra segunda pregunta: ¿Te atreves a compartir esa respuesta? Si has respondido que sí, puedes enviarla a antoniograusaez@gmail.com y el próximo lunes las publicaremos todas. Si te es más fácil por teléfono, puedes enviar un WhatsApp al 688704931 y el lunes saldrán todas.
Y así, casi sin darnos cuenta, cerramos el mes de noviembre y cerramos el año litúrgico. Pero a la vez abrimos el corazón de nuevo a un año litúrgico nuevo que iniciamos con el primer domingo de diciembre que coincide con el primer domingo de Adviento. ¿Y? ¿Será otro año más donde nada cambie porque nada esperamos? ¿Será otro año más donde nada cambie en mi vida, aunque espere? O, por el contrario, ¿iniciamos este tiempo como una nueva oportunidad de emprender en nosotros aquello que nos haga ser mejores y más santos? No tengamos miedo en proponernos esta meta, aunque quizá haya que romper algunos esquemas que nos tiene encorsetados. Pero como sigue diciendo la canción que presentaba al principio:
“Hoy he roto mis esquemas y me llevas de la mano”. Y cuando Dios nos lleva de la mano, sólo caben cosas buenas, porque nacen de unas manos especiales. Esta sensación es grande y hace grande a las personas. Por eso la Madre Cándida es grande, porque de sus escritos se desprende esa sensación, que en su caso fue forma de vivir. Se sintió siempre en las manos de Dios y en Él puso todo su ser y su obra, aquí y más allá de los mares. Daba igual. Lo importante era que sus Hijas sintieran y vivieran que estaban en las manos de Dios, que todo lo que generaran debía ser obra de Dios. Y ahora nosotros, que formamos parte de esa gran familia, estamos llamados a vivir desde nuestra vocación, que Dios nos tiene en sus manos, que nos cuida y nos invita cada día a vivir en este estilo de confianza. Pidamos unos por otros, pidamos para que todo se arregle.
Antonio Grau
Murcia