Muchas veces, en la huerta, concretamente cogiendo limones o granadas, me he hecho heridas casi sin darme cuenta. Con el paso del tiempo las he curado de forma externa y se han ido curando de forma interna. Da igual la profundidad. El proceso ha sido el mismo. Una forma de cuidado externo han sido las curas por parte de quien te quiere y eso es lo que puedo compartir hoy. Gracias Madre Cándida por no tenerme en el olvido, aunque tengas otras muchas cosas en qué pensar y que hacer. Gracias a todos los que se han hecho presentes. Gracias. Lo que también aprendí de las heridas en la huerta es que no se curan arremetiendo contra el árbol. Eso sólo provoca más heridas y más dolor.
Por todo ello, coincidiendo con el fin de un mes y el inicio de otro, cierro unos acontecimientos y abro nuevas ventanas. Y lo cierro con dolor, pero sin rencor, con agradecimiento y mirando hacia adelante para vivir con lo aprendido y seguir creciendo cada día.
Y recojo con agrado la pista de la Madre Cándida tan oportuna como siempre: No olvido, aunque tenga otras muchas cosas en qué pensar. Gracias a Dios tengo otras muchas cosas en qué pensar, otras cosas que hacer, otras personas con las que compartir y una vida por recorrer. Por eso sigo siendo agradecido.
Todas las situaciones que se viven tienen su proceso, por eso lo importante es saber estar como siempre, como se es. Y en este momento tengo que reconocer con el salmo 125 de ayer que:
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Añado al salmo la fuerza y la fe del ciego Bartimeo que lleno de confianza no dejó de pedir aquello que sabía que era bueno: el encuentro con Jesús de Nazaret, el encuentro con quien sabía que era capaz de curarle la ceguera. Y como siempre, el encuentro con Jesús produce paz y alegría. Desde ese momento, nos cuenta Marcos, que le seguía por el camino. Lo importante es seguir el camino que Jesús nos va indicando, que sea capaz de no perderme en laberintos que al final sólo me llevarían a caminos diferentes. No quiero otro camino. Quiero el que aprendí de pequeño, el que cuidé de joven y el que me enseñaron de mayor. Es el mismo. Es el camino del evangelio y en ese camino no hay cabida para elementos que rompan a la persona, por eso, si en este proceso a alguien he ofendido, le pido perdón por el daño ocasionado, por las heridas provocadas.
Antonio Grau
Murcia