En 1910 las vocaciones y la propia Congregación crecían y la Madre Cándida se siente agobiada porque las niñas y la tarea crecen a la vez que algunas hermanas están enfermas. Vamos, algo normal en 1910 y en 2018. Y ante esta situación la Madre Cándida expresa, como una petición, lo que ella ve que se necesita: gente buena y útil.
Gente buena, personas buenas que se incorporen con una actitud de servicio y con una sonrisa que les salga de dentro, que no sea forzada, ni buscando nada distinto de lo que puedan ser dentro de unos muchos años. Gente útil, dispuesta a poner su vocación por encima de su tiempo, dispuesta a buscar el equilibrio entre dedicación, familia, tiempo personal,… Hace falta gente así, porque, en realidad y después de muchos años, son los que transforman todo lo que les rodea. He conocido excelentes profesionales incapaces de abrazar a un niño o ni tan siquiera de preguntarle cómo está, y a la vez he conocido a profesionales tan grandes que sus conocimientos era lo menos importante, valorados excelentemente por sus alumnos y por los padres de esos alumnos, y valorados por su cercanía, por su escucha, por estar atento a lo que les pasaba, no sólo a lo que sabían. Y quiero decir que esos alumnos respondieron “profesionalmente” mejor que otros porque simplemente se sentían queridos. ¿Será eso algo parecido a la Navidad para todo el año?
Gente buena que haga y viva desde el corazón. Gente buena que crea en las personas, en sus capacidades, en sus posibilidades y haga “emerger de ellas lo mejor de cada una”. Esa es la gente que imagino a la que se refería la Madre Cándida y esa es la gente que, imagino, se refería el documento NMPE en su número 110:
“… y busca con todo el interés el bien de cada persona, ayudándola en su proceso, para hacer emerger en ella lo mejor de sí misma”
Gente buena que construya, que elimine barreras, que busque por encima de todo, la unidad.
Queda mucho año por recorrer y mucha gente buena por conocer y descubrir. Por eso pido a Dios que me ayude a mantener los ojos y el corazón abiertos para no herir y para estar atento a esas buenas personas que se cruzarán en mi camino. Hace falta gente buena para que la Navidad no sean sólo dos semanas. Porque si no, ¿ahora qué? ¿ahora sólo nos queda esperar a diciembre otra vez?
Pido a Dios que mande gente buena que vea más allá, que recuerde y recupere sensaciones, que se deje llevar desde el corazón, que medite y actúe. Y sé que el listón es alto, tan alto como el Everest, pero no por eso dejaré de intentarlo.
Gracias Miguel por la imagen.
Antonio Grau