Y por fin anoche, llegó la Nochebuena. Y por fin anoche, nació el Niño. ¿Nació el Niño anoche? ¿De verdad? Yo creo que sí, yo creo que Dios nos bendice cada año con el recuerdo de su nacimiento, independientemente de la fecha científica. Yo creo que Dios quiere que haya momentos especiales para recordar acontecimientos especiales. Por eso hoy es Navidad.
Y por fin puedo completar la foto del belén. Ya están todos. Por fin aparece el Niño Jesús, la luz del mundo. La luz que iluminó las caras de sus padres aquella noche y que sigue iluminando nuestras caras cada año. Su recuerdo nos hace felices. Su vida llena la nuestra de esa luz que supera las que aparecen por las calles. Esa luz que nos reta a no quedarnos con los brazos cruzados. Que nos reta a anunciar como el ángel, a apoyar como José, a cuidar como María y a iluminar como el Niño Jesús.
Seamos verdaderos testigos de esa luz, llevémosla allá donde vayamos, pero sobre todo seamos verdaderos, seamos verdaderas personas que han escuchado y quieren hablar de lo que sienten y viven. Como decía la Madre Cándida: “seamos … y Él nos bendecirá”. En aquel tiempo eran Hijas de Jesús y ahora somos todos. Seamos “novedad” ante la rutina, porque es Navidad y porque así viviremos mejor y más felices. La gran novedad de cada Navidad es vivir la ternura del Niño Jesús, vivir con ternura los acontecimientos de este final de año y, sobre todo, los del que está a punto de empezar.
Dios siempre nos bendice y cuida. Pero nos pide que seamos, en la medida de nuestras posibilidades, mensajeros que anuncian la paz. “Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz”, nos dice Isaías en la misa de Navidad. Y completa Juan hablando de vida y luz.
¡¡¡¡ Feliz Navidad!!! Y doy gracias a Dios por este año, por los nuevos miembros de mi familia, por mi familia, por todos con los que he tenido la suerte de compartir algo, por todos los nuevos amigos que he conocido y forman parte de mi vida. Y, como siempre, en estas fechas, “que Dios nazca en nuestros corazones”, porque si Dios llena nuestro corazón, poco importa lo demás.