No brakes es lo primero que destaca en el casco de un ciclista que ha «aparcado» su bici en la plataforma de entrada del tren de cercanías que me lleva a Donosti: «sin frenos».
El casco; me fijo mejor, un puzle de stikers, más antis que pros, canalizan las revanchas y anhelos del chaval. Con él, sus compañeros de aventura.
La plataforma burbujea alegría y juventud.
No hace falta agudizar el oído para entenderles.
Se hacen notar. Afirmándose, en grey.
Ahí están; desafiantes, casi retando: I HAVE NO BRAKES.
Me suena a slogan.
Las redes surfean: musicales, juegos, clubes, grupos, conjuntos… enarbolando su estandarte: no brakes. Es su banderín de enganche.
Es el alarido social, estudiantil, que estalló en París, en aquel Mayo del 68:
«prohibido prohibir»,
«la imaginación al poder»,
«bajo los adoquines, la playa»
«soyez réalistes… demandez l’impossible»
¡Y algunos más!
Primavera también del 89: TIANANMEN, en la otra cara del planeta, China. Otra vez, estudiantes.
Y aquí cerca, hace poco, el 15 M, en la Puerta del Sol, o «Debout Nuit» actual, de nuestros vecinos… Siguen prodigándose con mayor o menor fortuna en las principales capitales.
La indignación, la protesta, la reivindicación…, o el soñar despiertos. El soltar amarras también, de un tutelaje que pesa y puede inhibir y aplastar.
Fuerza joven. Primavera social.
Arrolla como manantial bravo.
Transcurridos los años, encontrará cauce sereno. Allá, en lejanos meandros pacíficos que serpean llanuras sin relieve… regando, nutriendo, arrastrando lastres y suciedades, limpiando… antes de llegar al mar.
O como ese arado que rotura y remueve la tierra acostumbrada, perezosa, instalada… necesitada de esa sacudida de azadón, que formará surco fértil para cuando llegue la semilla y el agua y el sol.
La sociedad necesita ese brío y vigor joven de primavera.
Ese roturar. Ese aire fresco. Ese manantial.
Y hasta su forma de proceder.
Para despertarnos.
Para sacudir esas anestesias nuestras que inhiben, que aletargan o, incluso, abortan nuevos amaneceres de ilusión por alcanzar cotas más altas: porque otro mundo, mejor, es posible.
Está en nuestras manos.
Sin caer en esa efebocracia, que hace tiempo rotuló Ortega y Gasset…
¿Qué tal si remamos juntos, encajando generaciones diversas, cada uno con su remo, distinto, pero siempre en sintonía acompasada?
Bogar juntos, hacia adelante siempre , dejando estelas de justicia, de paz…
Y pan para todos… ¡PADRE NUESTRO!
Teresa Zugazabeitia FI