Los mitos son útiles; nos enseñan en un contenido sintético una idea potente y pertinaz. Es interesante comprenderlos, y desmontarlos. Porque no dejan de ser eso: relatos que cristalizan prejuicios potencialmente dañinos, y que justifican una determinada manera de hacer las cosas. El peligro de entender algo como un peligro, es que todas las acciones posibles para enfrentarse a él serán el control y la violencia. Piense por ejemplo en la inmigración o los refugiados. Ya lo decía Abraham Maslow, «cuando la única herramienta de que disponemos es un martillo, tendemos a creer que todos los problemas son un clavo».
Hay muchos mitos hay alrededor de la pobreza. Forman parte del imaginario social y son compartidos por muchas personas independientemente de su origen, clase social o edad. Estos estereotipos y prejuicios son un obstáculo para el acceso a oportunidades y el bienestar de las personas que padecen pobreza.
Revisaremos en los post siguientes los mitos más comunes sobre la pobreza y los pobres. El primero, y más común de ellos, es el que cambia las tornas y culpa a quien padece pobreza de ella.
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