MARÍA y JOSÉ, después de aquellas dudas y zozobras de José, tranquilos y felices en su casita de Nazateh.
Habíamos dejado a María preparando ropitas de bebé.
Y José esmerándose en la mejor cuna para ese niño que dentro de poco va a nacer: el de la promesa, que han esperado tantas generaciones, el EMMANUEL anunciado por Isaías…
Los dos sobrecogidos por ese hacer de Dios: tan sublime como sencillo.
¿Qué te pasa José? ¡Te encuentro cansado, preocupado!
Es que tendremos que viajar a Belén de Judá. Cirino, gobernador de Siria, quiere actualizar el censo. Ya sabes… Soy de la estirpe de David.
Y tú, ¿cómo vas a viajar así hasta Judea? Cuesta arriba, tan avanzado ya tu embarazo… ¿Cómo no voy a estar preocupado?
¡SHALOM, José!
El Señor ha estado siempre grande con nosotros…
Fíjate: ¿no dice el profeta Miqueas que nacerá en Belén? ¡Pues está clarísimo! Él nos va conduciendo hacia la plenitud de las promesas.
Recogen lo imprescindible para el viaje… Alguna ropita de bebé por si acaso… Confiados que en Belén se encontrarán con parientes de José, que les podrán echar una mano si llega el caso…
Y otra vez subiendo a Judea.
María, hace poco tiempo, había hecho este viaje, sola, para ayudar a Isabel.
Ahora le cuesta más.
Ya está sintiendo las pataditas del niño en su seno, cada vez más.
Pero, por otra parte, José es tan cariñoso y tan fuerte en toda dificultad… que va muy resuelta, segura y animada.
Después de varias jornadas, ya divisan Jerusalén. Y Belén, que está bastante cerca. ¡Qué ganas de llegar!
Muy animados están los aledaños de Belén. ¡Cuánta gente! Parece que todos han coincidido en las fechas.
Se alojarán en la posada que José conoce bien.
Pero… no hay sitio para ellos .
¿Será por la situación de María?… Que no quieren líos de parto con el gentío que hay…
José, empieza a pensar: tiene parientes que podrían acogerlos.
Pero todo son excusas y buenas palabras al comprobar la situación de la pareja.
Por fin, alguno, les ha ofrecido un cobertizo donde él suele guardar su ganado.
Mejor que nada; allá podrán cobijarse, al menos, hasta que encuentren algo mejor.
José, confuso, contrariado, de no poder ofrecer a María, en su tierra, nada más que un establo.
Y como está ella, en esas condiciones…
A ver si repercute en su salud y en la del niño…
Se afana en buscar un poco de leña, algo que llevar a la boca…
Entre unos troncos y el heno que ha encontrado ha improvisado una especie de diván para que se recueste la pobre MARÍA, que nota que ya se le va acercando la hora.
María no hace más que allanar dificultades y decir que al menos estarán guarecidos de la intemperie. Que le reconforta la leche caliente que José le ha preparado al amor del fuego que ha conseguido encender… Que están en manos de Dios… Y todo saldrá bien.
Y se fija que, allá en un rincón, hay un pesebre; le servirá de cuna, con ese heno que ha traído José.
Además ha traído unos pañales por si acaso…
Y en medio de la noche, estrellada como nunca, con una estrella que les llama la atención por su luz fulgurante, en medio de la noche…
«Le llegó el tiempo del parto
y dio a luz a su hijo primogénito,
lo envolvió en pañales
Y lo acostó en un pesebre»
«… Os anunció una gran alegría para todo el pueblo…
HOY, en la ciudad de David.
os ha nacido un Salvador:
el Mesías, el Señor…»
Y los pastores encontraron al Niño envuelto en pañales con María y con José…
Y aquella noche,
voces rasgaban las tinieblas:
«Gloria a Dios en el cielo…
paz a los hombres que Dios quiere!»
HODIE, HOY,
NOS HA NACIDO JESÚS,
no sólo para los pastores.
¡Para TODA LA HUMANIDAD!
¡EMMANUEL, DIOS CON NOSOTROS!
… Corramos aprisa, como los pastores, a ese portal de Belén.
Nos espera una gran ALEGRIA y PAZ.
Teresa Zugazabeitia FI