¿Se han fijado en que las películas y novelas de ciencia ficción se catalogan cada vez más a menudo dentro de las secciones de cine de terror y literatura gótica, es decir, en un futuro tenebroso en el que nadie preferiría vivir? Puede parecer una anécdota, pero para Zygmunt Bauman, uno de los pensadores más influyentes del siglo XX, es el reflejo de que hemos empezado a buscar la utopía en un pasado idealizado, una vez que el porvenir ha dejado de ser sinónimo de esperanza y progreso para convertirse en el lugar sobre el que proyectamos nuestras aprensiones. El sociólogo y filósofo polaco dejó desarrollada esta tesis de la retrotopía (la búsqueda de la utopía en el pasado) en dos escritos, los primeros traducidos al español tras su muerte el pasado enero con 91 años. Sonel ensayo Retrotopía, publicado este mes por Paidós, y el texto Síntomas en busca de objeto y nombre, parte de una obra colectiva sobre el estado de la democracia, El gran retroceso (Seix Barral), que llega a las librerías el próximo día 27 y cuenta con nombres como Slavoj Žižek, Nancy Fraser o Eva Illouz.
«El futuro es, en principio al menos, moldeable, pero el pasado es sólido, macizo e inapelablemente fijo. Sin embargo, en la práctica de la política de la memoria, futuro y pasado han intercambiado sus respectivas actitudes», señala. Bauman habla del temor a perder el empleo, a la multiculturalidad, a que nuestros hijos hereden una vida precarizada, a que nuestras habilidades laborales se vuelvan irrelevantes porque los robots sepan hacer -mejor y más barato- nuestro trabajo. En definitiva, miedo porque todo lo que era sólido (parafraseando a Antonio Muñoz Molina) es ahora «líquido», usando el adjetivo que popularizó (e hizo popular a) Bauman.
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