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Jueves Santo: día del Amor Fraterno

Al pensar en el Jueves Santo, nos situamos en el ambiente del Cenáculo como el que no quiere perder nada de él, tan importante y tan intenso en  la vida del Señor.

En el preámbulo de la Cena, se narran de una manera maravillosa los preparativos de la misma, poniendo de relieve el contexto pascual, el lugar, el hecho de que los discípulos fueran a la ciudad, confían en el maestro y se encuentran con los signo que Jesús les había indicado, (Marcos 14,12-16)

Jesús no quiere hacer las cosas solo, cuenta con sus amigos, sus discípulos, sus elegidos.

 Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomad  esto es mi Cuerpo.» 
Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: «Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza”

Por eso cuando celebramos la Eucaristía y comemos el Pan no lo hacemos solos, sino que en la Mesa están todos los enfermos, los presos, los ancianos, los niños indefensos, las mujeres maltratadas, las familias mono parentales, los matrimonios, las parejas, en definitiva,  la humanidad.  Y en esta mesa nos unimos a Cristo. Por ello,  recibir el Cuerpo de Cristo nos compromete en nuestra vida,  nos lleva a ser coherentes,  desterrando el odio, la duda, el rencor y todo lo que aparte, denigre, al ser humano.
Pedimos el Pan y Él nos lo da. Tengamos fe en Cristo Resucitado que se comparte y reparte.

¿Qué quiere de nosotros hoy?

Cuando tiramos una piedra en el río o en el mar las ondas se expanden. Debemos ser como esas hondas, trasmitir luz, serenidad, paz, acogida, alegría, armonía…

Pidamos a la Madre de Jesús, que interceda por nosotros ante su Hijo en este Jueves Santo, en este tiempo pascual, para que nos ayude a crecer en el buen ser, despojándonos de nuestros egoísmos, de nuestras comodidades… y que sepamos estar al servicio de los más necesitados de nuestro entorno y amar de verdad al prójimo.

Aurora González FI

Salamanca