La palabra indiferencia se utiliza hoy, con mucha frecuencia, como sinónimo de pasotismo, con expresiones como: “paso de esto”, “me da igual” , “me es indiferente”, “no me interesa”, “eso ya no se lleva”, aludiendo a cosas, valores, situaciones y personas que aparecen constantemente en la vida de cada uno ante las que reacciona con esa actitud.
Fácilmente intuimos que si el adjetivo “indiferente” o el adverbio “indiferentemente” -Ignacio nunca usa el sustantivo “indiferencia”- salen con frecuencia en sus escritos es porque para él tienen un significado muy profundo, de tal manera que ha llegado a convertirse en la clave o el corazón de su rica espiritualidad. ¿Por qué?
En primer lugar, porque el mismo Ignacio, ya desde su largo proceso de conversión, tuvo que aprender a situarse ante Dios con el deseo de buscar siempre su voluntad experimentando que cuando él se perdía o se sentía profundamente desolado era porque se encerraba en sí mismo haciendo su propia voluntad y, sin embargo, cuando era dócil a Dios y lograba centrarse en Él, haciendo su voluntad, se sentía profundamente feliz y consolado por lo que hizo de esta actitud de indiferencia la actitud fundamental de su vida.